(Mundo
Microfinanzas) Hay estudios que evidencian la alta demanda potencial de microcréditos,
pero desde la oferta nadie acierta con productos que satisfagan las necesidades
del cliente. El gobierno obliga a los bancos a destinar hasta un 5% de sus
depósitos a créditos productivos, pero no se ven pymes agolpadas en las
ventanillas solicitando financiamiento. La Comisión Nacional de Microcrédito
(Conami) asiste con fondos públicos a instituciones y consorcios que trabajan
con emprendedores, aunque fijando una tasa de interés del 6% que no le cierra a
ninguna IMF que aspire a su autosostenibilidad financiera. Bancos públicos
ofrecen financiamiento a tasas competitivas, en condiciones ventajosas para el
sector de la economía informal y de menores ingresos, pero no hay nada que se
parezca a un boom, pese a las palpables necesidades. Y las microfinanzas en
Argentina continúan en esa etapa de latencia y de vislumbre. Potencia sin acto.
Patricia García, Banco Ciudad (foto: Abappra) |
Estas disyunciones
quedaron de manifiesto en la presentación del último informe sobre la
estimación de demanda potencial de microcréditos de la Escuela de Negocios de
la Universidad Católica Argentina (UCA), realizada días pasados en la sede porteña de
la universidad, y el posterior intercambio con panelistas y público.
El estudio,
presentado por Martin Grandes, director del Centro de Investigación Aplicada de
la UCA, se elaboró por segundo año consecutivo tomando como base datos de la
Encuesta de la Deuda Social Argentina, de la misma universidad, en 2011, “un
año de mayor actividad económica que el actual”, aclaró el presentador.
A guisa de
comentadores, estuvieron Patricia García, gerente de Sucursales del Banco Ciudad, y Herberto Olmos, gerente general de la IMF Oportunidad
Microfinanciera Latinoamericana (OMLA). La moderación estuvo a cargo de Alicia
Caballero, directora de la Escuela de Negocios. También participó Alicia
Pereson, en su carácter de directora general del Observatorio de la Deuda
Social, UCA.
Como primer
elemento, sorprende la elevada cantidad de demandantes de microcrédito, según
el informe. La demanda oscilaría entre 1.156.702 y 2.080.187 individuos, dependiendo
del nivel de ingresos que se tome como referencia, lo que representa un aumento
de más del 25% respecto al informe del año pasado. La estimación se hace de
acuerdo con una metodología, elaborada por investigadores de la UCA, que parte
de un bloque específico de preguntas en el marco del estudio realizado
anualmente por el Observatorio de la Deuda Social, que encuesta a cerca de
6.000 hogares en todo el país.
Tal demanda,
a diferencia de lo que sucede en general en América Latina y muchas partes del
mundo, apenas está orientada al financiamiento de la microempresa (18%). “Aquí
vamos a hablar de microcrédito en un sentido más laxo”, explicó Grandes. Y dijo
que, junto a los emprendimientos productivos, aparecen el financiamiento del
consumo (32%) y fuertemente la vivienda (50%). Por la pequeñez de los montos, y
en virtud del alto porcentaje de propietarios entre los encuestados (62%, si
bien se trata de viviendas más bien modestas), se presume que los créditos se
invertirían en refacción, mejoras o equipamiento.
El informe
da cuenta de una importante dispersión geográfica de la demanda. Se concentra sobre
todo en el conurbano de la ciudad de Buenos Aires, en particular la zona sur,
aunque con importantes núcleos en los principales conglomerados urbanos:
Córdoba, Tucumán, Rosario y Mendoza.
El estudio
de la UCA ofrece también interesantes conexiones entre demanda de microcrédito
y grado de formalidad/informalidad, nivel de educación, género, juventud,
cantidad de beneficiarios de planes sociales, todos inputs reveladores al
momento de pensar políticas públicas, como señaló Grandes.
Cabe
aclarar que, si bien es alto el número de demandantes potenciales de
microcrédito, también es muy alta la cantidad de quienes no lo demandarían (más de 3 millones de individuos, según la estimación). O bien
porque consideran que no podrían pagar las cuotas, o bien porque juzgan muy
altas las tasas de interés.
Esto podría
relacionarse con problemas endémicos de la economía argentina (inestabilidad,
volatilidad) junto a otros que han reaparecido en los últimos años (inflación, excesivas
intervenciones en el mercado cambiario).
El boom que no fue
Pero los
desencuentros entre oferta y demanda de microcrédito en Argentina no se
explican solo por una inadecuación entre comportamientos estructurales y
recurrentes de los sujetos económicos y un escenario de crecimiento en la
última década, que ha debido incrementar razonablemente las expectativas de
consumo y mejoramiento del nivel de vida en los sectores de la población más
relegados. Las fallas son también atribuibles al propio diseño de los productos.
Una de
estas fallas es sugerida por el mismo estudio de la UCA: a contrapelo del
manual, el microprestatario ideal argentino no piensa en un emprendimiento
productivo. García admitió que, desde los albores de la industria en el país,
la identidad “microempresa” está mucho más desarrollada en otros países de
América Latina que en Argentina.
Ella recordó
que en el año 1998, cuando preparaba su tesis de licenciatura en microfinanzas,
la demanda de microcréditos no existía: había que crearla. Y si bien reconoció
que hubo algún crecimiento, “el boom nunca llegó”. Puso como ejemplo de
iniciativas todavía a medio camino el programa de microempresas del Banco Provincia y el programa de viviendas sociales de su entidad, el Banco
Ciudad, a la espera de su detonación.
“Ceñir el
microcrédito a emprendimientos productivos o a microempresas es casi una
trampa, una búsqueda sin salida”, dijo García. Y propuso un enfoque más
integral, una aproximación a negocios con impacto en la base de la pirámide e
innovaciones que permitan mejorar la vida de los hogares más pobres.
Olmos, a su
turno, enumeró algunos hallazgos del estudio y tampoco pudo sustraerse de este
trasfondo de paradoja que envolvió el debate. “Cualquier industria que registre
tal incremento de la demanda debería estar contenta”, dijo.
El
directivo de OMLA (una microfinanciera que se instaló en 2007 en Argentina con
todo el know how boliviano) caracterizó la demanda como equilibrada entre
formales e informales, cuando tradicionalmente el demandante es informal.
Tampoco es el clásico “emprendedor”, esto es, una persona desempleada con un
proyecto productivo, sino que hay muchos asalariados. “Tenemos además que es
una demanda conservadora, con miedo a asumir riesgos, sin estabilidad”, agregó.
“Como parte
de la oferta, tenemos que asumir el reto de trabajar con este perfil. Nos
obligan a ser innovadores”, recalcó.
“Si
hablamos de vivienda o de consumo, esto nos obliga a cambiar metodologías, pues
el préstamo ya no está orientado a la generación de utilidades con las cuales
hacer sostenible el financiamiento”, explicó Olmos.
Y
finalmente notó que la demanda insatisfecha coexiste con un incremento de la
bancarización entre los encuestados (presumiblemente por la entrada en vigencia
de la Cuenta Universal Gratuita que tienen que ofrecer los bancos, por disposición
del banco central): “Vemos que, bancarizada, la gente no asume nuevos riesgos.
Bancarizar no parece ser la panacea”.
La
conferencia contó con un auditorio saludablemente numeroso y participativo de
jóvenes. Se echó de menos escuchar otras voces, como la de los organismos de
gobierno vinculados a microfinanzas (Conami, Impulso Argentino), la Red
Argentina de Instituciones de Microcrédito (Radim) como así también de otras
IMFs.
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