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lunes, 20 de mayo de 2013

Filantropía: Dar y transformar(se)



(Mundo Microfinanzas) Tienes en tus manos un libro que trata sobre la posibilidad de vencer la pobreza mundial a través de la donación. Lo primero que supones es: “Bien, se trata de un libro escrito para millonarios, con la idea de convencerlos de ser más generosos en sus ayudas a las personas que más sufren...”

Y uno se predispone, así, a esperar argumentos filosóficos, morales y religiosos que busquen impactar en el buen corazón de los hombres y mujeres más ricos del planeta.

Sin embargo no.

En las primeras líneas, el autor interpela al lector y le pregunta si, mientras está leyendo este libro, tiene una botella de agua mineral cerca. El caso era que sí.

“Si compramos bebidas aun cuando el agua del grifo de casa es potable -nos dice el autor- entonces tenemos dinero de sobra para gastarlo en cosas que en realidad son innecesarias. En el mundo hay mil millones de personas que luchan cada día por sobrevivir con menos dinero del que hemos pagado por esas bebidas”.

Gluuuppp.

Yo mismo puedo ser destinatario del libro. Alguien como uno, que ha crecido en la austeridad como norma, acostumbrado más bien a administrar escaseces que excedentes, es un potencial donante.

Peter Singer, filósofo australiano, publicó originalmente este libro en 2009 en Estados Unidos y Canadá, bajo el título de The life you can save. Tres años después ha encontrado traducción castellana. Ignoramos qué recepción ha tenido el libro y si es que sus argumentos -convincentes, por cierto- han contribuido a incrementar los niveles de donación para programas filantrópicos en los países más pobres. Lo cierto es que, si bien cada experiencia de lectura es personal e intransferible, resulta difícil recorrer sus doscientas páginas y no sentirse tocado.

La hipótesis central del libro es muy clara: si reconocemos la relevancia ética de la donación, y actuamos en consecuencia, habría suficiente dinero para poner fin a la pobreza extrema.

El libro está organizado en cuatro secciones. A los fines de abreviar este comentario, digamos que hay dos partes más o menos nítidas. La primera parte es argumental y especulativa; la segunda es pragmática, nos impele a la acción.

En la primera parte el autor se esfuerza en demostrar por qué si no aportamos dinero a organismos de ayuda internacional estamos haciendo algo incorrecto. Cabe repetir: no se está dirigiendo sólo a millonarios (aunque claramente son el destinatario prioritario). Se dirige a una porción vasta de ciudadanos que efectúan gastos más o menos superfluos y, en un sentido algo más restringido, a quienes “disponen de más dinero del que son capaces de gastar razonablemente”.

Singer refuta una serie de argumentos o coartadas que suelen esgrimir, con mayor o menor razón, quienes se niegan a donar o se rehúsan a una donación más sustancial. Se invoca por ejemplo la incertidumbre acerca del resultado de nuestro sacrificio (¿cómo sé si el dinero que dono ayuda efectivamente a paliar el hambre y no a engordar una burocracia?). Se arguye en términos de “lejanía” o dificultad por ponerse en el lugar de un otro remoto (el “provincianismo” de quien prefiere ayudar a un amigo o un pariente en problemas que a un desconocido, en regiones donde la gente muere de hambre o muere por enfermedades prevenibles, al no poder acceder a una medicina).

Sin profundizar demasiado (el libro no apunta tanto a la teoría sino a una praxis moral), el autor recorre distintas tradiciones teóricas y religiosas que han reflexionado sobre esta capacidad empática. Sobre esta ética consistente en ponerse en el lugar del otro y, ante todo, en el lugar del más débil, del más pobre y de quien más sufre. Desde Locke hasta Marx, pasando por las tradiciones judía, islámica, cristiana, las filosofías orientales; el supuesto self-interest de los norteamericanos, de acuerdo con Tocqueville; algunos exponentes de la filosofía occidental (desde luego Kant).

Esta primera parte es interesante, aunque discutible. Con algo de candor, el autor reconoce: “El mundo sería un lugar mucho más sencillo si pudiéramos producir cambios sociales mediante la mera exposición de una argumentación moral consistente”.

Muchos de los ejemplos de predisposición de las personas a donar, elaborados a partir de ensayos de psicología experimental, son sugerentes aunque con cierta debilidad explicativa.

Por momentos, además, el discurso de Singer se aproxima a la auto-mortificación. Leemos así una cita atribuida al teólogo y jurista escolástico Graciano: “De los hambrientos es el pan que tú tienes; de los desnudos, las ropas que tú almacenas; y es rescate y liberación de los desgraciados el dinero que tú escondes en la tierra”.

Otra cosa es la segunda parte del libro que, como dijimos, es más pragmática. Apunta concretamente a persuadir sobre “una nueva escala para hacer donaciones”.

La transformación interior

Lo más interesante que se lee en esta segunda parte del libro no son tanto los resultados y limitaciones objetivas de algunos programas financiados por donantes (el Millennium Villages Project, experiencias en el combate contra enfermedades infecciosas en África, proyectos de microcrédito en Asia), sino las transformaciones subjetivas de quienes deciden desprenderse de su dinero para donarlo a una organización de lucha contra la pobreza.

Aclaremos que en ningún momento el autor parece soslayar la importancia de regulaciones progresistas que orienten los excedentes de los ricos a las necesidades de los más pobres. Él prefiere enfocarse en -según sus palabras- “lo que deberíamos escoger hacer con nuestro dinero si queremos vivir de un modo ético”.

Algunos testimonios presentados por el autor conmueven. En muchos casos no se trata de filántropos notables ni siquiera demasiado millonarios -en un mundo donde hasta la solidaridad se espectaculariza y donde abundan los Tartufos fingidores, hipócritas, falsos altruistas-. No. Apenas hombres y mujeres con una renta lo suficientemente holgada como para vivir con lo necesario, dedicar su poca o mucha fortuna a mejorar la vida de otros y sentir interiormente en ello una realización -algo parecido a una serena felicidad-.

¿Hasta dónde donar? ¿Hasta qué punto de mis posibilidades debo donar? ¿El 5% de mi renta anual?, ¿10%? El autor ofrece algunas tablas, cálculos y parámetros en los que cada uno hará su propia cuenta de acuerdo a su escala de valores (éticos y económicos). Expresado a modo de conclusión moral, y no exenta de lo que podríamos llamar cierto “candor intelectual”, Singer propone:

“Para ser buenas personas debemos hacer donaciones hasta el punto que, si hiciéramos más, nos infligiríamos a nosotros mismos un mal de igual proporción al de aquel que queremos evitar con nuestra donación”.

Contra la idea (kantiana) de que los imperativos morales deben responder a leyes universales y atemporales, Salvar una vida parece proponernos un compromiso personal frente a la pobreza que es de este tiempo y de este mundo. El texto de Singer nos habla menos del hecho objetivo de la donación que de la transformación subjetiva del donante. Propone una ética de la donación así como una ascesis, una práctica del desprendimiento. Una interpelación filosófica y moral ante la cual difícilmente un lector no se sienta alcanzado.

Referencia

SINGER, Peter: Salvar una vida. Cómo terminar con la pobreza (Katz Editores, Capital Intelectual, septiembre de 2012, Buenos Aires. Traducción de Ricardo García Pérez).

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