2014 puede ser un año de oferta pública inicial para IMFs ávidas por nuevas fuentes de financiamiento (foto: 401KCalculator.org bajo règimen Creative Commons) |
(Mundo
Microfinanzas) Las instituciones de microfinanzas han tenido como principales fuentes
de financiamiento a las agencias de cooperación internacional, gobiernos, entidades
multilaterales, bancos de desarrollo y administradoras de fondos especializados.
El desarrollo de la regulación, junto a la propia madurez de las instituciones,
ha permitido que éstas puedan tomar depósitos y financiarse a través de la
confianza del público. Solo en desarrollos ulteriores, y en condiciones muy
precisas de mercado, algunas pocas han logrado, desde la primera década de este
siglo, dar el salto a los mercados de capitales y financiarse a partir de
inversionistas en las bolsas de valores.
Los
rigurosos protocolos que imponen la comercialización y el escrutinio público han
sido, en muchos casos, impedimento para que las IMFs se atrevan a dar el salto
bursátil. Muchas de ellas incluso vienen de una historia ligada, si no a la
informalidad, al menos a cierta dispersión institucional, con frecuencia atadas
a escenarios operativos rudos, donde la profesionalización del gerenciamiento
solo ha sido posible tras un lento y costoso aprendizaje.
Los
contados casos que conocemos de microfinancieras que incursionaron en los
mercados de capitales incluyen resonantes éxitos financieros, no exentos de polémica:
para más de un comentarista, exponer a las microfinanzas a la ponderación de
inversionistas animados por el lucro contradice el carácter inherentemente
social de su misión (interesante y relevante, tal debate no es sin embargo objetivo de
esta entrada). Los casos más conocidos son quizás los de
Banco Compartamos (Gentera) en México y SKS en la India. Pero también se suman
a este lote Bank Rakyat en Indonesia, Brac Bank en Bangladesh y Equity Bank en
Kenia. En América Latina también ha sido el caso de Financiera Independencia,
en México; la ONG Espoir, en Ecuador; Visión Banco, en Paraguay; y Banco Fie, en Bolivia.
2014, ¿será
un año de preparación y lanzamiento comercial para IMFs ávidas de fortalecer su
capital y expandir sus negocios?
Algunos
indicios así lo muestran, al menos para el mercado latinoamericano. En
Guadalajara, durante el Foromic 2013, el BID y la gestora de fondos BIM dieron
a conocer la nueva versión del vehículo de financiamiento en moneda local
Locfund (Locfund II), presentado como guía y soporte que allane a las IMFs su
ingreso a los mercados de capitales locales. En el mismo marco del evento, el
Fomin organizó el panel “Los mercados locales de capital, ¿el próximo desafío
para las instituciones de microfinanzas?”, en el que se abordaron distintos
aspectos de interés para aquellas instituciones que maduran su incursión
bursátil. Participaron de este panel el consultor peruano Diego Cisneros, la
consultora boliviana Carola Blanco, de Panamerican Securities Agencia de Bolsa,
y Francisco Moreno, director ejecutivo de la ecuatoriana Fundación Espoir, además de Francisco Romano Smith, de Banamex, México, en carácter de moderador.
Apuntes
para una planificación
Algunas de
las puntualizaciones y recomendaciones hechas por los panelistas ayudan a dar
una idea de cómo se concibe y cómo se planifica el debut en la bolsa, desde la
óptica de una microfinanciera.
En primer
turno, Cisneros subrayó que debe tratarse de un proceso de mediano plazo,
producto de un planeamiento y una decisión estratégica consciente de la
institución. La compañía tiene que tener además una cierta madurez y un esquema
claro de gobierno que involucre a todos los grupos de intereses (stakeholders).
La
institución además debe demostrar solidez y capacidad de control de todas sus
variables, sin margen para sorpresas. El expositor peruano recalcó este aspecto
de control y predictibilidad: “Si dices que vas a crecer 15 por ciento, no
crezcas ni 30 ni 1 por ciento. Esa predictibilidad es algo que el mercado
valora muchísimo”.
También se
refirió a los distintos actores que intervienen en el proceso de emisión y que deben articularse armónicamente:
inversionistas, agente estructurador, agente de colocación, asesor legal,
regulador, calificadoras de riesgo. Y dentro de las etapas del proceso, dijo
que la prospección es una instancia crítica, cuando los asesores financieros
ayudan al marketing de la colocación.
Explicó que,
como parte de la estrategia, se deben evaluar ventajas y desventajas del
mercado institucional (fondos de pensiones, compañías de seguro, fondos de
inversión) y el mercado retail. Dentro de las múltiples fuentes de
financiamiento de una IMF, los mercados de capitales deben ser considerados
como un financiamiento de mediano y largo plazo.
En la
posventa, el consultor recomendó suma apertura, “tener la casa abierta”,
alimentar al mercado con información permanente sobre desempeño financiero y marcha
del negocio (“excepto la fórmula de la Coca Cola, reportar todo”, graficó).
Blanco, a
su turno, caracterizó el financiamiento en la bolsa como un “traje a medida”, a
diferencia del financiamiento tradicional que no necesariamente se empareja con
la idiosincrasia de la institución.
Ella
coincidió con el sentido estratégico que debe tener una salida a bolsa: “Salir
al mercado es un evento, y hay que prepararlo como tal, como el cumple de 15
años de una hija”.
Distinguió
también distintos perfiles de inversionistas. Los inversores
institucionales tienen una lógica diferente a los inversores minoristas, entre
los cuales hay unos más racionales (que bajan el prospecto y analizan en
detalle toda la oferta), otros más intuitivos.
La
consultora boliviana dijo que, si bien la primera emisión es la más costosa,
luego sobrevienen las eficiencias. “Los beneficios valen el esfuerzo”, alentó.
Sobre la
posventa: “Salgan a enamorar a los inversionistas, no se crean que el mercado
se maneja con piloto automático”.
Moreno, en
tanto, comentó la experiencia de la Fundación Espoir en la bolsa de Quito. Se
trató de la primera ONG ecuatoriana en ingresar al mercado bursátil.
Si se
considera que el público prácticamente no conocía a la organización, ni tenía
alguna idea de las especificidades de su metodología de banca comunal, ni acaso
entrever el significado de la bella palabra francesa de su nombre, el éxito fue
más que rotundo. Su primera emisión en 2011 vendió todos los títulos y se hizo
de US$ 8 millones en tres meses.
El golpe bursátil
ayudó a resolver problemas en varios frentes: reducir el costo del
financiamiento (“para reunir 8 millones de dólares necesitas cuatro o cinco
financiadores internacionales”, ilustró Moreno), atenuar el impacto que podría
tener en el patrimonio de la organización una posible desdolarización de la
economía ecuatoriana; necesidad de contar con fondos nacionales en su
estructura patrimonial; y contribuir al proceso de transformación hacia una
institución financiera regulada.
“Logramos
que nuestros inversores confíen en nuestra misión”, aseguró el directivo
ecuatoriano.
Los títulos
se vendieron tan rápidamente que incluso terminaron generando un problema de
exceso de liquidez. Y la fundación debió incrementar su trabajo operativo, pues
lo que se titulariza es una cartera de microcrédito que, al trabajar con el
corto plazo, obliga a reemplazar constantemente pagarés que respalden esos
títulos.
A los dos
años, una segunda titularización de Espoir volvió a recaudar US$ 8 millones en cuatro
meses. La expectativa expresada por el panelista sólo se vio ensombrecida por
particularidades que atribuyó al mercado ecuatoriano, donde se discuten cambios
regulatorios para el mercado de valores, con mayor intervención del gobierno y
la incertidumbre de si una ONG podrá seguir emitiendo títulos.
Los
panelistas coincidieron en alertar sobre el riesgo de una salida fallida, un
tropiezo en el Día-D del lanzamiento público: “Uno asume un compromiso que va
más allá de la institución; el riesgo del posible efecto negativo puede ser
contagioso para el resto de la industria”.
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