(Mundo
Microfinanzas) “El desarrollo no está en la agenda pública argentina”.
Tal aserto
pudo ser comprobado por el puñado de asistentes al encuentro El desarrollo
territorial en la Argentina de hoy, parte de un ciclo organizado por el
Programa Regional de Formación para el Desarrollo Económico Local con Inclusión
Social en América Latina y el Caribe (conectaDEL), que cuenta con apoyo del
Fomin. Uno de esos asistentes fue quien articuló aquella frase, a modo de
resignado lamento.
Horticultores apoyados por el INTA (foto: INTA) |
El conversatorio,
realizado en el Senado de la Nación, transcurrió mientras se iniciaba una
campaña electoral por las elecciones primarias abiertas -concretadas el domingo
pasado- en la que predominó el tono faccioso de los contendientes, tanto
oficialistas como opositores, donde el largo plazo nunca dejó de ser mera
remisión retórica y oportunista. Pocos candidatos hablaron de desarrollo en un
sentido programático, integral, responsable y orientado al consenso social.
Al menos la
veintena de participantes del encuentro tuvimos el raro honor de escuchar
algunas experiencias valiosas sobre terreno y reflexionar en torno a
directrices de desarrollo territorial, sobre lo cual poco se habla en los
medios masivos, tan impregnados ellos también de lógicas binarias y
confrontaciones irreductibles.
Constanza
Rozenblum, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA, una de las
pocas políticas de estado en Argentina que se mantiene desde hace más de medio
siglo), proporcionó una definición de “desarrollo territorial” que ofició de
marco conceptual para el debate:
Se entiende
por desarrollo territorial al proceso social iniciado e implementado por los
actores del territorio, que busca afianzar las capacidades locales para
fortalecer el entramado socioinstitucional y el sistema económico-productivo
local, con la finalidad de mejorar la calidad de vida de una comunidad.
Aparecen en
esta definición algunos ejes compartidos por otras exposiciones: la premisa de
la autonomía de una comunidad para incidir en su estrategia de desarrollo; si
la política no tiende hacia la equidad social, no hay desarrollo; el concepto clave
de participación; las competitividades no se miden sólo en términos de
sostenibilidad económica.
A
diferencia de enfoques de desarrollo que prevalecieron en décadas pasadas, el
enfoque del INTA, y particularmente su Programa Federal de Apoyo al Desarrollo
Rural Sustentable (Profeder), implica ver la integralidad del territorio, no
sectorizado.
En una
geografía tan vasta como la argentina, los técnicos y extensionistas del INTA son
en muchos casos “el representantes del estado nacional en ese territorio; son
agentes de desarrollo”, explicó Rozenblum.
Esto ha obligado
a los agentes, y más a partir de la crisis económica de 2001-2002, a incorporar
competencias: “Se requieren roles diferentes -dijo la coordinadora del INTA-; en
algunos casos es necesario que lideren y asuman roles sociales, gestionen conflictos, busquen consensos”. “Nuestro fuerte siempre fue lo tecnológico-productivo,
pero en más de un territorio eso no era la demanda más importante”.
El agente
debe atender a qué tipo de demanda genera el territorio. Puede ser de
asistencia técnica y de capacitación, pero también puede ser la promoción de
asociativismo, diversificación de la economía, acceso al agua y a la tierra,
infraestructura y servicios comunitarios, agregado de valor en origen,
proyectos de comunicación popular, turismo rural, etc. Y las intervenciones divergen
según tipos de territorios político-administrativos, tamaño y dispersión de la
población, entramado socio-institucional, sistema económico productivo, etc.
El Profeder
es más o menos reciente (comenzó en 2003). Pero se articula con otros programas
de larga data en el INTA como ProHuerta (agricultura familiar urbana y
periurbana para familias vulnerables), Proyecto Minifundios (productores
familiares en transición desde el autoconsumo a cierta capitalización) o Cambio
Rural (pymes agrícolas).
Concentración
y “tercera generación”
Posteriormente
fue el turno de Pablo Sívori, del Programa de Servicios Agrícolas Provinciales
(Prosap), quien ofreció una exposición desde la perspectiva del sector
agroalimentario.
Sívori
introdujo una problemática que, explícita o subyacente, estuvo presente en
todas las intervenciones y que él llamó “pampeanización”. Pues si hablamos de
territorio, explicó el funcionario del Prosap, hay que partir del
reconocimiento de que cinco provincias argentinas, ubicadas en el litoral
pampeano, acaparan las cuatro cadenas de valor más importantes del país: soja,
carne, leche y maíz. Que a su vez representan el 57% del sector agroindustrial
del PIB y algo similar en las exportaciones argentinas.
La
divergencia en el desarrollo territorial en Argentina se ha incrementado como
consecuencia de la deslocalización de la renta y el nivel de concentración de
la tierra en la pampa húmeda, agudizada durante la década 1998-2008, explicó
Sívori.
La gran
pregunta: ¿Cómo pensar un desarrollo territorial frente a esta pampeanización?
Aquí Sívori ofreció el concepto de “competitividad territorial”: Capacidad para
mantener o incrementar la presencia en los mercados, o abrir nuevos mercados,
al tiempo que se mejora el nivel de vida de la población.
Junto con
un llamado a profesionalizar, diversificar e innovar, él propuso que los
sujetos prioritarios del desarrollo territorial deben ser subsistemas
geográficamente acotados (SPGAs), clústers, aglomerados productivos.
Al
explayarse sobre el concepto de SPGAs, Sívori presentó la teoría de las “tres
generaciones” en políticas públicas de desarrollo: la primera estaba diseñada
para atraer firmas desde países desarrollados hacia nuevas regiones en
crecimiento, creando instrumentos e incentivos como préstamos subsidiados para
cubrir costos de relocalización o beneficios impositivos. Una segunda
generación, comenzada a aplicarse en los ’90 en Sudamérica, puso el foco en el
desarrollo de firmas existentes (creación de nuevos negocios, incremento de la
inversión en bienes de capital, desarrollo de incubadoras, provisión de
asistencia técnica). En la tercera generación, el interés está puesto en la
creación de entornos propicios para el desarrollo económico local mediante la
asociación público-privada y la conformación de redes como mecanismos para
incrementar la competitividad, en conjunto con un grupo de firmas
estratégicamente relacionadas.
“El
concepto detrás de las estrategias de tercera generación es que la
competitividad y el crecimiento de las economías locales no se definen por el
éxito que alcancen empresas individuales, sino a partir de un complejo
entramado de actores que pueden competir globalmente de manera exitosa” (sobre
el concepto de tercera generación en estrategias de desarrollo véase el
documento de Sívori Mejorando la competitividad, de UCAR/Prosap).
Actualmente
el Prosap tiene avanzados siete proyectos de clústers. Al principio comienzan
como asociaciones ad hoc, aunque tienden hacia su estabilidad jurídica. “Hoy
podríamos decir que ya no compiten las empresas entre sí, sino que hay una
competencia entre subsistemas”, dijo el funcionario.
Desde otras perspectivas
En la
segunda parte del encuentro también brindaron su visión sobre el desarrollo
territorial en Argentina Juan Herrero, del Movimiento Nacional Campesino
Indígena (MNCI); Patricia Ercolani, del Ministerio de Turismo, así
como técnicos de la Secretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar.
“Nosotros somos parte del 30% no integrado a circuitos formales. Autogestionamos nuestros ingresos, vivimos para nuestro trabajo, en su mayor
parte no integrado al mercado”, dijo Herrero, cuyo movimiento está enrolado a
nivel internacional en la Vía Campesina. “No será un modelo capitalista el que
nos va a integrar: somos una economía popular”.
Y sostuvo que “en nuestro horizonte vemos más allá de estas políticas
redistributivas y compensatorias (en relación a las políticas sociales del
gobierno, de las que gran parte de la población campesina e indígena es
beneficiaria). La producción de alimentos está cada vez más concentrada y
homogeneizada. Aquí hay que poner un acento: producción local y popular de los
alimentos”.
Ercolani hizo una presentación del programa gubernamental basado en Turismo en
Espacios Rurales, distinguiendo esta modalidad de otras conexas (como turismo
de aventura, ecoturismo o agroturismo): “Turismo en el espacio rural es promover,
fortalecer y armonizar el turismo en los espacios rurales del país priorizando
el desarrollo y posicionamiento de una oferta inclusiva de propuestas que
atiendan las preferencias de oferentes, comunidades y segmentos significativos
de demanda”.
Distintos agrupamientos intervienen bajo esta modalidad: estancias y
fincas; alojamientos y restaurantes de campo; otras prestaciones vinculadas a
turismo activo y/o de bienestar; pueblos rurales (el status es algo ambiguo,
pero básicamente refiere a localidades con menos de 5 mil habitantes, con preservación
de su cultura rural, tipo de producción -rural- al que está vinculado y
vocación rural). Junto a estos actores pueden coexistir experiencias
asociativas de turismo rural comunitario y autogestión de grupos campesinos y
pueblos originarios.
Finalmente, la Secretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar,
creada en 2009 en el ámbito del Ministerio de Agricultura, dio a conocer distintas iniciativas de desarrollo territorial
financiadas por el Fondo de Desarrollo Regional, creado por un porcentaje de
las retenciones a la exportación de soja. La política de abordaje del
territorio es ir a las provincias y municipios, y allanarse a sus demandas, a
fin de reducir el margen de error.
“Cuando íbamos con una estrategia de cadena de valor, había una demanda
o déficit de infraestructura; cuando íbamos con un proyecto de infraestructura,
había un problema de tipo predial, de tenencia de tierras… Hay múltiples
dimensiones en los problemas”, explicaron los funcionarios, justificando la
estrategia.
Y presentaron alentadoras experiencias en las provincias más postergadas
del noroeste y noreste, como la construcción de silos comunitarios, apoyo a
productores para quebrar limitantes estructurales y acceder a mercados de
exportación, o el ejemplo concreto de puesta en marcha de una cadena de frío en
la provincia de Tucumán, para viabilizar la exportación de arándanos…
“Pero recién estamos transitando la primera curva de aprendizaje”.
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