Luciana Gineste y Diana García: Un diálogo distinto entre ONGs y Estado (foto: MicroDinero) |
(Textos recobrados de MicroDinero) La crisis argentina de los años
2001-2002, pese a la profundidad y visibilidad de sus efectos sociales y
económicos, nunca dejó de asociarse a su correlato institucional. Rememorar
aquellos episodios, aun demasiado frescos en la memoria colectiva, activa inmediatamente
la frase con que la sociedad codificó aquella experiencia histórica: “que se
vayan todos”.
El “que se vayan todos” debía entenderse en su literalidad hiperbólica:
“todos” equivalía a todo aquel que invocara algún tipo de representación: gobernantes,
legisladores, jueces, dirigentes. En un lapso muy breve se pasó del repudio a
toda autoridad a un tipo de gestión asamblearia, no mediatizada, “comunalizada”
de los asuntos ciudadanos (Argentina vivía así, en el despertar del siglo 21,
su ensoñación roussoniana).
Con todas las cautelas que impone el escaso distanciamiento temporal, se
puede decir que aquellos años marcan un punto de inflexión. La crisis de
2001-2002 no surge de la nada: fue el producto exasperado de una política
sistemática de deserción del Estado que tuvo su auge, así en Argentina como en
la región, durante la década del ’90. Con posterioridad a la crisis, se abre un
nuevo proceso. Un proceso de reversión política en algunos casos, correctiva en
otros, donde el Estado recupera progresivamente funciones y espacios.
MicroDinero dialogó con la directora ejecutiva de Fundación Cláritas,
Lic. Luciana Gineste, y con la directora de Desarrollo Institucional, Lic.
Diana García, en las oficinas de esta organización en la capital argentina.
Fundación Cláritas nace en Buenos Aires en 2003 para generar espacios de
diálogo y trayectos de formación con actores de los ámbitos político, económico
y social que buscan una mayor cohesión social sustentada en la fraternidad.
Ambos conceptos (cohesión social y fraternidad) se vinculan con el
escenario de disgregación e individualismo que se impuso en la década de los
años 90 en nuestro país y en la mayoría de los países de América Latina. En el
contexto actual, las premisas de trabajo pasan por reconstituir el tejido
social y dar otro tipo de protagonismo a los ciudadanos y a las organizaciones
de la sociedad civil. Superar lo que García llama el “rol sustitutivo” y
confrontativo con el Estado que en general desempeñaron las ONGs la década
pasada, por un tipo de praxis articuladora y generadora de consensos para la
resolución conjunta de los graves problemas sociales que acechan al país.
“Con los cambios que se produjeron en el rol del Estado en los últimos
años, se requiere un diálogo distinto y el desarrollo de capacidades de
incidencia en las políticas públicas. Sólo así podremos trabajar eficazmente
para disminuir las enormes brechas de desigualdad que aún se mantienen en
nuestra sociedad”, explica García.
Transformar como vocación fraterna y universal
Desde 2007, Fundación Cláritas cuenta con una Escuela de Emprendedores Sociales, un proyecto de formación
virtual destinado a emprendedores sociales, directivos y miembros de ONGs,
funcionarios estatales, estudiantes y personas interesadas en la temática
social de Argentina y Latinoamérica.
Desde el surgimiento de la Escuela hasta 2010, 1335 alumnos procedentes de 16 provincias argentinas y 20 países
latinoamericanos participaron en los cursos. La modalidad virtual
permite superar barreras geográficas e incluir digitalmente en un campus a
personas de diferentes contextos, áreas de trabajo y formación previa, lo que
permite un intercambio sumamente enriquecedor y una experiencia invalorable de
aprendizaje recíproco.
Para la directora de Desarrollo Institucional de Cláritas, los actores
sociales en el contexto latinoamericano de hoy deben reconocerse como “actores
políticos”. Se trata de pasar de la filantropía tradicional a un concepto de
desarrollo más amplio, que tiende a generar condiciones de vida más equitativas
y justas para todos los ciudadanos, especialmente para los sectores más
vulnerables y excluidos.
Gineste destaca el compromiso que ha asumido la Fundación en la
generación de contenidos y de sus propios instrumentos, más allá de lo
estrictamente formativo-técnico. “Tenemos una mirada que no se limita a lo
técnico”, explica la directora ejecutiva de Cláritas. Y cuenta que han
comenzado a diseñar un módulo de evaluación, con sus propios indicadores, para
ver de qué manera impacta la formación que brindan en los contextos sociales
donde actúan los participantes de sus cursos.
“Queremos medir dos cosas. Por un lado lo técnico, es decir, si se
aplicaron las herramientas. Pero también cómo contribuyó nuestro curso a
consolidar la cohesión social, algo muy difícil de medir pero que se puede
evaluar a partir de la formación y consolidación de redes, por ejemplo”, ilustra
Gineste.
El eje filosófico y pedagógico de la propuesta de Cláritas es “Formarse para emprender y emprender para
servir”.
“Para nosotros, lo que distingue al emprendedor social es el accionar
con valores, buscando el bien común”, explica Diana García.
Gineste agrega: “a diferencia de los emprendedores comerciales, los
emprendedores sociales se manejan con parámetros distintos a los de la lógica
de mercado y el lucro no es su fin esencial. Esto no significa que puedan
desentenderse de la movilización de recursos económicos y humanos para que sus
proyectos sean sustentables, porque como bien dijo Patricia León, una experta
en estos temas: ‘sin fines de lucro no significa con vocación de pérdida’”.
“Y yo agregaría- dice García- que las posibilidades de llevar adelante
un hacer con valor social, que signifique un aporte para la transformación
social no es una capacidad innata de algunos elegidos. Es la expresión de la
vocación fraterna y universal que nos constituye como personas. Se trata de
alentarla y promoverla y ése es nuestro compromiso en Cláritas”.
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