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viernes, 6 de julio de 2012

Pueblos originarios viven felices en ciudades canadienses, según estudio


(Mundo Microfinanzas) Los pueblos originarios de Canadá (aboriginals) reportan altos índices de felicidad en base a sus ingresos, educación y redes de relaciones personales, según un nuevo informe del think tank C.D. Howe Institute, con sede en Toronto, dado a conocer este jueves.

John Richards
En Breaking the Stereotype: Why Urban Aboriginals Score Highly on 'Happiness' Measures (Rompiendo el estereotipo: Por qué los pueblos originarios urbanos obtienen altos índices de medición de ‘felicidad’), los autores Dominique Gross y John Richards examinan por qué, en promedio, los aborígenes urbanos son tan felices como otros canadienses y recomiendan políticas para ayudar a que más nativos hagan exitosamente una transición a la vida de ciudad.

“El hecho de que los resultados sean similares para los pueblos originarios y para todos los canadienses sorprenderá a la persona cuya imagen de los aborígenes se limite a aquellos que viven en los barrios más pobres de las ciudades de Canadá”, dijo Richards, profesor de la Simon Fraser University y académico de la cátedra Roger Phillips de Política Social, en el C.D. Howe Institute.

“Si bien la pobreza y la infelicidad existen, estas condiciones están lejos de ser el cuadro completo de la vida de los aborígenes urbanos”, agregó Richards.

En su informe, los autores analizan los resultados de una pregunta abrumadoramente simple: “Ante todo, ¿está usted feliz con su vida?”, una de las muchas preguntas planteadas en un estudio de 2009 por el Environics Institute de un amplio muestreo de aborígenes viviendo en once ciudades canadienses. El porcentaje más alto de población originaria urbana “muy feliz” se concentró en Vancouver (65%) y la más baja en Montreal (52%).

Analizando las características de los consultados en el estudio, los autores encuentran que una evaluación de la salud positiva aumenta la felicidad percibida, así como las relaciones personales estables. Tener un diploma o una carrera universitaria y mayores ingresos aumenta la felicidad, así como también importa la vida comunitaria. Sentir una conexión próxima con otro poblador nativo (First Nations people) y tener amigos incrementa considerablemente la felicidad.

Los resultados no significan que la vida urbana canadiense es el mejor de los mundos posibles para la población originaria o que toda ella debería “ir para la ciudad”. Su tierra (the reserve) debería seguir siendo una opción para aquellos nativos que opten por ella, dicen los autores. Ellos sugieren, sin embargo, la necesidad de innovaciones políticas que faciliten la transición rural-urbana para quienes elijan mudarse, sobre todo en conexión con la participación de fuerza laboral y resultados educativos.

Gross y Richards destacan que muchos países han experimentado con estrategias que trabajan la información sobre empleos y vínculos con empleadores, al estilo puestos de asistencia (“one-stop shops”) desarrollados a través de la cooperación entre varias agencias de gobierno e involucramiento de empresas en capacitación, mentoring y asesoramiento de mercado de trabajo (en particular para estudiantes de escuela secundaria).

En lo que hace a política educativa, los autores enfatizan la importancia del acceso a educación preescolar (early childhood education) para niños de comunidades marginadas y la necesidad de que ministerios de educación provinciales promuevan iniciativas de educación aborigen discrecionales a nivel de escuela distrital, que han demostrado ser exitosas en British Columbia.

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