Bienvenido a este blog

Este blog de microfinanzas comenzó a actualizarse el 1 de febrero de 2008 y se cerró el 30 de noviembre de 2015.

lunes, 9 de julio de 2012

Dos vertientes para desarrollar las microfinanzas en América Latina


(Mundo Microfinanzas) Cierta vez un profesor de Historia, en la Universidad de Buenos Aires, nos contó esta anécdota de un colega argentino de visita en la ciudad de El Alto, en Bolivia.

Acaso buscando verificar alguna hipótesis antropológica, tal vez siguiendo una intuición, o quizás por mera curiosidad, el docente mantuvo -palabra más, palabra menos- el siguiente diálogo con una vendedora de frutas en una feria callejera.

- Señora, ¿puedo comprarle una de sus frutas?

- Sí, cómo no.

- ¿Y puedo comprarle diez frutas?

- Claro, con gusto.

- Señora, ¿puedo comprarle todas sus frutas?

La mujer se puso seria.

- No…, respondió.

Ante la mirada expectante de su interlocutor, ella se justificó:

- ¿Y luego entonces qué vendo?

La anécdota se vinculaba a cómo se mantiene, en distintas partes de nuestra América, un sustrato pre-capitalista o, al menos, un tipo de capitalismo no puramente mercantil.

Es evidente que, para la vendedora, la feria no sólo es el espacio donde se ofrecen y comercian productos, y donde presumiblemente obtiene los ingresos para su sustento, sino también un ámbito vital de cotidianeidad, donde intercambia mucho más que mercancías y precios: hablamos de tradiciones, prácticas ancestrales, rituales de socialización.

Sin sus frutas, ¿de qué “vive” la vendedora durante esa jornada?

La anécdota puede ser ilustrativa para pensar una doble vertiente con la que se alimenta un modelo de microfinanzas latinoamericano, si es que algo así existe o puede postularse.

Por un lado, una vertiente emprendedora-individual, autónoma, cuentapropista, casi podríamos decir “libertaria”, remolona a verse constreñida por mecanismos institucionales o corporativos.

Y por otro lado una vertiente solidaria-colectiva, asociativa, que instaura un tipo de intercambio económico y simbólico en la lógica de la comunidad, de recursos y beneficios compartidos, cooperante además con un entorno natural.

La primera vertiente la vemos a diario en el paisaje socio-económico de la ciudad, donde miles de emprendedores pueblan plazas y mercados, sobreponiéndose a duras condiciones, ofreciendo productos y servicios a base de creatividad, ingenio y, como se dice en algunos lugares, del “rebusque”.

La segunda vertiente tiene honda tradición en América Latina: la vigencia del cooperativismo en toda la región, la experiencia mutualista de los mineros en Bolivia, los bancos ejidales en México, las mingas agrarias en el norte argentino, la provisión comunitaria del ayllu en la cosmovisión andina…

En la vendedora de El Alto, de nuestra anécdota, convergen una y otra impronta: la emprendedora individual, la lógica social.

Cabe a los Estados crear entornos e impulsar medidas que favorezcan tanto la expansión de capacidades individuales (el presupuesto básico para que haya microfinanzas es que el escenario de movilidad y ascenso social sea discernible) como la promoción de formas asociativas de producción e integración de entramados comunitarios en cadenas de valor, sin ahogar una y otra energía en redes clientelares.

Cabe también al estado, en conjunción con empresas e instituciones, abrevar en ambas vertientes y diseñar ingenierías de inclusión financiera para quienes se han visto, producto de la crisis, expulsados de su puesto en la fábrica o privados de su fuente habitual de manutención.

En momentos donde las voces críticas hacia las microfinanzas comienzan a hacerse oír con más virulencia en el marco global, América Latina tiene una rica tradición desde donde elaborar sus propias respuestas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario