(Mundo Microfinanzas) Mucho se especulará en las próximas semanas sobre el cariz que adoptará Cuba tras conocerse hoy la renuncia de Fidel Castro a la presidencia, tras 49 años al frente del gobierno de la isla.
Lo cierto es que, desde hace algunos años, se pergeñan escenarios de transición donde la microempresa cumple un lugar destacado.
La pregunta política es: ¿microfinanzas con un contenido aggiornado a la revolución?, ¿o microfinanzas como estadio transicional hacia una salida más decididamente capitalista?
Está claro que son opciones polares, en medio de las cuales se da una gama de grises. La primera presupone mayor centralidad estatal, control y planificación, con una apertura al sector privado moderada y, en todo caso, progresiva. La segunda, más audaz, abriría sin restricciones el cauce a capitales privados, con la sola regulación que imponga el mercado.
Cuba tendrá que evaluar si el momento post Fidel es propicio para un programa de reformas que incluya (y más aún: que se sustente sobre) la reconstitución micro de su economía, seguramente con líneas de microcréditos e ingreso de actores privados especializados en microfinanzas (el modelo podría ser Banrural de Venezuela).
Hay argumentos que permiten avizorar con optimismo esta orientación. Sectores muy dinámicos como el turismo pueden integrar, de manera productiva, la inversión financiera y la iniciativa individual o de pequeños grupos. Por otra parte, un sólido sistema educativo hace presumir que las condiciones para una cultura emprendedora son favorables. Y, sobre todo, la deuda de inversión y modernización económica que pesa sobre la isla hacen de Cuba una oportunidad de gran potencial.
Las limitaciones también son importantes: un bloqueo comercial de Estados Unidos cuyo próximo presidente -a juzgar por las definiciones que han tenido los principales aspirantes, tanto demócratas como republicanos- no parece tener intención de modificar. Una economía -sobre todo en el sector rural- con problemas endémicos que limitan su diversificación y expansión. Entre otros factores.
Las próximas semanas quizás sean claves para ver cómo empiezan a clarificarse estos interrogantes.
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| Fidel Castro |
La pregunta política es: ¿microfinanzas con un contenido aggiornado a la revolución?, ¿o microfinanzas como estadio transicional hacia una salida más decididamente capitalista?
Está claro que son opciones polares, en medio de las cuales se da una gama de grises. La primera presupone mayor centralidad estatal, control y planificación, con una apertura al sector privado moderada y, en todo caso, progresiva. La segunda, más audaz, abriría sin restricciones el cauce a capitales privados, con la sola regulación que imponga el mercado.
Cuba tendrá que evaluar si el momento post Fidel es propicio para un programa de reformas que incluya (y más aún: que se sustente sobre) la reconstitución micro de su economía, seguramente con líneas de microcréditos e ingreso de actores privados especializados en microfinanzas (el modelo podría ser Banrural de Venezuela).
Hay argumentos que permiten avizorar con optimismo esta orientación. Sectores muy dinámicos como el turismo pueden integrar, de manera productiva, la inversión financiera y la iniciativa individual o de pequeños grupos. Por otra parte, un sólido sistema educativo hace presumir que las condiciones para una cultura emprendedora son favorables. Y, sobre todo, la deuda de inversión y modernización económica que pesa sobre la isla hacen de Cuba una oportunidad de gran potencial.
Las limitaciones también son importantes: un bloqueo comercial de Estados Unidos cuyo próximo presidente -a juzgar por las definiciones que han tenido los principales aspirantes, tanto demócratas como republicanos- no parece tener intención de modificar. Una economía -sobre todo en el sector rural- con problemas endémicos que limitan su diversificación y expansión. Entre otros factores.
Las próximas semanas quizás sean claves para ver cómo empiezan a clarificarse estos interrogantes.
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