(Textos
recobrados de MicroDinero) Seattle, estado de Washington, en el extremo
noroccidental de los Estados Unidos, se ha convertido en una caja de
resonancias estratégicamente posicionada para recabar, procesar y manufacturar
todo el acontecer global de las microfinanzas. No sólo ha sido base para la
instalación de firmas líderes en la industria (Unitus, Global Partnerships,
Grameen Foundation, en este último caso con su sede compartida con Washington
D.C.), sino que al parecer algo de su centro de gravitación geográfica atrae
desde allende el Pacífico las corrientes, unas veces simplemente innovadoras,
otras disruptivas, que ponen en entredicho la definición de microfinanzas, su
fundamento (filosófico, económico, moral), su viabilidad, su posibilidad de
seguir siendo considerada como antídoto contra la pobreza.
Tom Paulson |
Todo
comenzó en Asia. Las primeras experiencias de grupos solidarios en Bangladesh,
con el trabajo pionero del proyecto Grameen de Muhammad Yunus, en los años ’70,
fundaron un modelo que hoy mismo atraviesa en la India un estado de shock con
los lamentables sucesos de Andhra Pradesh. El fundador de SKS, Vickram Akula,
ha transcurrido este segundo semestre de 2010 por un vértigo de estados
anímicos, capaces de destartalar al hombre más equilibrado e impasible: de la
euforia a la zozobra, del éxito a la caída. Del glamour asociado al joven
emprendedor y millonario, a la incertidumbre por una eventual sanción judicial.
Hace pocas semanas, en Nueva York, junto a líderes mundiales, defendiendo
modelos comerciales para su empresa que venía de sacudir la bolsa de Bombay;
hoy, en Hyderabad, expuesto a denuncias por conductas abyectas de oficiales de
SKS, que habrían provocado el suicidio de prestatatarios, mortificados por sus
deudas.
Con este
trasfondo, la Seattle University propuso días pasados un panel donde se
discutió qué son hoy las microfinanzas a la luz de sus últimos avatares. La
explosión de organizaciones microfinancieras que, en procura de maximizar
ganancias, genera preguntas sobre si ello amenaza su credibilidad como esquema
anti-pobreza. ¿No son los objetivos sociales los que debieran estar en la base
de su existencia?, ¿o es que una gestión comercial atrae a más inversores y con
ellos la posibilidad de llegar a muchos millones de pobres que hoy carecen de
servicios financieros? Tales interrogantes refrescan en Seattle el confuso
episodio ocurrido este año con el cierre de la unidad microfinanciera de Unitus, una de las más activas movilizadoras
de inversiones para el sector: su abrupto cierre y la enigmática
reorientación de su metodología.
El panel
contó con representantes de las microfinanzas de Seattle: Rick Beckett,
presidente de Global Partnerships; Ed Bland, presidente saliente de Unitus; y
Alex Counts, presidente de Grameen Foundation. Las intervenciones de cada uno
permiten acercarnos al pensamiento de tres destacados actores sobre una
problemática que ha mostrado en estas semanas contornos dramáticos.
Según
relató el periodista Tom Paulson, presente en el debate, las tres
organizaciones expusieron sus principales diferencias en torno a la pregunta de
qué son las microfinanzas. Por un lado GP y Grameen, del lado del modelo
clásico “sin fines de lucro”; por otro lado Unitus, como entidad que busca (o
buscaba, todavía no está claro) rentabilidad para los inversores.
Los
siguientes fueron los principales conceptos brindados por cada panelista.
Beckett:
Grameen Bank en Bangladesh opera como un banco con fin de lucro pero con una
clara misión anti-pobreza, de propiedad comunitaria y con un propósito social.
La característica distintiva de las microfinanzas es que trabaja claramente con
un fin social, por sobre y más allá de la mera gestión de créditos. Global
Partnerships, por ejemplo, trabaja en Nicaragua con Pro Mujer. Ellos combinan
el otorgamiento de créditos a mujeres pobres con un acceso a servicios de salud
y de educación. Los créditos las ayudan financieramente, pero es la combinación
de programas financieros, sociales y de salud lo que realmente hace la
diferencia. Puede que no haya retorno para el inversionista, puede que los
rendimientos financieros se reduzcan, pero no puede faltar un rendimiento
social. Las personas que donan a GP pueden aspirar a un retorno en sus
inversiones, pero eso es secundario.
Counts:
Acuerdo en el sentido de que aquello que distingue a las microfinanzas de otras
formas de servicios financieros es su enfoque social. El problema es que SKS
puede reivindicar un propósito social -prestar dinero a los pobres- aun cuando
también procura hacer ganar dinero a sus accionistas. Creo que SKS se ha
desviado ostensiblemente hacia la maximización de ganancias y ha puesto en
peligro su pretensión de cumplir con una función social. Grameen Foundation
está trabajando junto a otras organizaciones para desarrollar estándares para
la industria que midan el impacto social. Pero hasta tanto la industria adopte
estos parámetros, una manera de establecer diferencias para el público y los
donantes es que las organizaciones microfinancieras socialmente motivadas
tienden a poner límites razonables a las compensaciones ejecutivas. La
diferencia se da entre quienes hacen microfinanzas con un propósito social, donde
uno puede obtener un beneficio pero el principal objetivo es social, y aquellos
que hacen microfinanzas fundamentalmente para maximizar ganancias con la
expectativa -no con el requerimiento- de que haya un beneficio social.
Bland:
Acuerdo en la necesidad de encontrar formas de medir el impacto social de las
microfinanzas: cuántos clientes en la actualidad han podido salir efectivamente
de la pobreza, mejorar su educación y su salud gracias a las microfinanzas.
Pero en última instancia, las microfinanzas trata de cómo conseguir dinero y
ponerlo en manos de los pobres. Muchas instituciones sufren a causa de que son
pequeñas, no tienen economías de escala y a menudo se quedan sin dinero. La
meta de Unitus fue acelerar el crecimiento de estas instituciones, incrementar
su estabilidad y conseguir más dinero para los pobres. Estamos hablando de
dinero (“The product here is Money”), y el mejor modo de incrementar la masa de
dinero es a través de un enfoque comercial más agresivo como el que adoptó SKS.
Uno tiene que tomar recaudos para que no haya tanta avidez y restar recursos a
los pobres. Pero creo que está bien que los inversores obtengan retornos. Esto
incrementa los recursos disponibles para dar más créditos. Otro modo de
diferenciar una IMF responsable de otra que no lo es, es observar qué tasas de
interés cobran (criticó las tasas que cobra Banco Compartamos, en México).
Pienso que se puede operar for profit, dando a los inversores un retorno
razonable y sirviendo a objetivos sociales.
El artículo
de Paulson de referencia se publicó en el portal Humanosphere bajo el título “Microfinance backlash: Identity crisis, evolution or greedy mission creep?”(“Reacción ante las microfinanzas: crisis de identidad, evolución o
codicioso deslizamiento de la misión?”).
Publiqué
este artículo el 2 de noviembre de 2010 en MicroDinero
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