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viernes, 27 de marzo de 2015

Interrogantes y tribulaciones en Seattle


(Textos recobrados de MicroDinero) Seattle, estado de Washington, en el extremo noroccidental de los Estados Unidos, se ha convertido en una caja de resonancias estratégicamente posicionada para recabar, procesar y manufacturar todo el acontecer global de las microfinanzas. No sólo ha sido base para la instalación de firmas líderes en la industria (Unitus, Global Partnerships, Grameen Foundation, en este último caso con su sede compartida con Washington D.C.), sino que al parecer algo de su centro de gravitación geográfica atrae desde allende el Pacífico las corrientes, unas veces simplemente innovadoras, otras disruptivas, que ponen en entredicho la definición de microfinanzas, su fundamento (filosófico, económico, moral), su viabilidad, su posibilidad de seguir siendo considerada como antídoto contra la pobreza.

Tom Paulson
Todo comenzó en Asia. Las primeras experiencias de grupos solidarios en Bangladesh, con el trabajo pionero del proyecto Grameen de Muhammad Yunus, en los años ’70, fundaron un modelo que hoy mismo atraviesa en la India un estado de shock con los lamentables sucesos de Andhra Pradesh. El fundador de SKS, Vickram Akula, ha transcurrido este segundo semestre de 2010 por un vértigo de estados anímicos, capaces de destartalar al hombre más equilibrado e impasible: de la euforia a la zozobra, del éxito a la caída. Del glamour asociado al joven emprendedor y millonario, a la incertidumbre por una eventual sanción judicial. Hace pocas semanas, en Nueva York, junto a líderes mundiales, defendiendo modelos comerciales para su empresa que venía de sacudir la bolsa de Bombay; hoy, en Hyderabad, expuesto a denuncias por conductas abyectas de oficiales de SKS, que habrían provocado el suicidio de prestatatarios, mortificados por sus deudas.

Con este trasfondo, la Seattle University propuso días pasados un panel donde se discutió qué son hoy las microfinanzas a la luz de sus últimos avatares. La explosión de organizaciones microfinancieras que, en procura de maximizar ganancias, genera preguntas sobre si ello amenaza su credibilidad como esquema anti-pobreza. ¿No son los objetivos sociales los que debieran estar en la base de su existencia?, ¿o es que una gestión comercial atrae a más inversores y con ellos la posibilidad de llegar a muchos millones de pobres que hoy carecen de servicios financieros? Tales interrogantes refrescan en Seattle el confuso episodio ocurrido este año con el cierre de la unidad microfinanciera de Unitus, una de las más activas movilizadoras de inversiones para el sector: su abrupto cierre y la enigmática reorientación de su metodología.

El panel contó con representantes de las microfinanzas de Seattle: Rick Beckett, presidente de Global Partnerships; Ed Bland, presidente saliente de Unitus; y Alex Counts, presidente de Grameen Foundation. Las intervenciones de cada uno permiten acercarnos al pensamiento de tres destacados actores sobre una problemática que ha mostrado en estas semanas contornos dramáticos.

Según relató el periodista Tom Paulson, presente en el debate, las tres organizaciones expusieron sus principales diferencias en torno a la pregunta de qué son las microfinanzas. Por un lado GP y Grameen, del lado del modelo clásico “sin fines de lucro”; por otro lado Unitus, como entidad que busca (o buscaba, todavía no está claro) rentabilidad para los inversores.

Los siguientes fueron los principales conceptos brindados por cada panelista.

Beckett: Grameen Bank en Bangladesh opera como un banco con fin de lucro pero con una clara misión anti-pobreza, de propiedad comunitaria y con un propósito social. La característica distintiva de las microfinanzas es que trabaja claramente con un fin social, por sobre y más allá de la mera gestión de créditos. Global Partnerships, por ejemplo, trabaja en Nicaragua con Pro Mujer. Ellos combinan el otorgamiento de créditos a mujeres pobres con un acceso a servicios de salud y de educación. Los créditos las ayudan financieramente, pero es la combinación de programas financieros, sociales y de salud lo que realmente hace la diferencia. Puede que no haya retorno para el inversionista, puede que los rendimientos financieros se reduzcan, pero no puede faltar un rendimiento social. Las personas que donan a GP pueden aspirar a un retorno en sus inversiones, pero eso es secundario.

Counts: Acuerdo en el sentido de que aquello que distingue a las microfinanzas de otras formas de servicios financieros es su enfoque social. El problema es que SKS puede reivindicar un propósito social -prestar dinero a los pobres- aun cuando también procura hacer ganar dinero a sus accionistas. Creo que SKS se ha desviado ostensiblemente hacia la maximización de ganancias y ha puesto en peligro su pretensión de cumplir con una función social. Grameen Foundation está trabajando junto a otras organizaciones para desarrollar estándares para la industria que midan el impacto social. Pero hasta tanto la industria adopte estos parámetros, una manera de establecer diferencias para el público y los donantes es que las organizaciones microfinancieras socialmente motivadas tienden a poner límites razonables a las compensaciones ejecutivas. La diferencia se da entre quienes hacen microfinanzas con un propósito social, donde uno puede obtener un beneficio pero el principal objetivo es social, y aquellos que hacen microfinanzas fundamentalmente para maximizar ganancias con la expectativa -no con el requerimiento- de que haya un beneficio social.

Bland: Acuerdo en la necesidad de encontrar formas de medir el impacto social de las microfinanzas: cuántos clientes en la actualidad han podido salir efectivamente de la pobreza, mejorar su educación y su salud gracias a las microfinanzas. Pero en última instancia, las microfinanzas trata de cómo conseguir dinero y ponerlo en manos de los pobres. Muchas instituciones sufren a causa de que son pequeñas, no tienen economías de escala y a menudo se quedan sin dinero. La meta de Unitus fue acelerar el crecimiento de estas instituciones, incrementar su estabilidad y conseguir más dinero para los pobres. Estamos hablando de dinero (“The product here is Money”), y el mejor modo de incrementar la masa de dinero es a través de un enfoque comercial más agresivo como el que adoptó SKS. Uno tiene que tomar recaudos para que no haya tanta avidez y restar recursos a los pobres. Pero creo que está bien que los inversores obtengan retornos. Esto incrementa los recursos disponibles para dar más créditos. Otro modo de diferenciar una IMF responsable de otra que no lo es, es observar qué tasas de interés cobran (criticó las tasas que cobra Banco Compartamos, en México). Pienso que se puede operar for profit, dando a los inversores un retorno razonable y sirviendo a objetivos sociales.

El artículo de Paulson de referencia se publicó en el portal Humanosphere bajo el título “Microfinance backlash: Identity crisis, evolution or greedy mission creep?”(“Reacción ante las microfinanzas: crisis de identidad, evolución o codicioso deslizamiento de la misión?”).


Publiqué este artículo el 2 de noviembre de 2010 en MicroDinero

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