(Textos recobrados de MicroDinero) En los próximos diez años, inversores
de todo el mundo no sólo estarán preocupados por la rentabilidad financiera,
sino que prestarán mucha atención al impacto social, medioambiental y de
desarrollo de sus actividades, asegura un reporte.
Margot Brandemburg |
Estas inversiones de impacto, como se conoce a tal tendencia, redundaría
en un total de US$ 667 billones en beneficios y logrará la emisión de la más
nueva clase de activos emergentes de la próxima década, según estima el reporte
preparado por JP Morgan y Rockefeller Foundation y difundido en diciembre.
Indica que la oportunidad de mercado para estas inversiones es vasta,
involucrando a la población pobre que gana menos de US$ 3.000 al año. En esta
categoría de población, el potencial de capital invertido es estimado entre los
400 billones y 1 trillón de dólares en los próximos diez años, obteniendo
beneficios entre 183 y 667 billones de dólares.
Estas estimaciones están basadas en análisis de negocios seleccionados
en los sectores de vivienda, prestación de agua en áreas rurales, salud
maternal, educación primaria y servicios financieros para esta porción de la
población global.
“La inversión de impacto se revela como uno de los cambios más poderosos
dentro de la industria de gestión de activos en los próximos años”, dice el
reporte.
Actualmente, las inversiones de impacto involucran desde instituciones
financieras de desarrollo, fundaciones privadas y fondos de pensión hasta
bancos comerciales, empresas privadas e instituciones financieras de gran
escala.
Con sus elevados niveles de pobreza, África es uno de los principales
destinos para estas inversiones y un vehículo alternativo para la canalización
de capital privado en busca de beneficios sociales, apoyando esfuerzos de
gobiernos y filantrópicos.
Los sectores que aparecen como más receptivos a la inversión de impacto
en África son la tecnología limpia, microfinanzas y finanzas de desarrollo
comunitario.
“Aunque todavía está en una etapa de desarrollo en África, ha habido una
sólida asimilación de la idea y práctica de la inversión de impacto y hay
claras evidencias de que está arraigando en mercados claves del continente”,
sostuvo Margot Brandenburg, directora asociada de Rockefeller Foundation y una
de las co-autoras del trabajo.
Estos primeros escarceos incluyen una inversión de US$ 100 millones de
Standard Bank en 2009, en apoyo al desarrollo de agricultura de pequeña escala
en Ghana, Tanzania, Mozambique y Uganda.
Se trató de la forma expandida de un programa implementado en Kenia, en
la que la Alliance for a Green Revolution in Africa (Agra) y el International
Fund for Agricultural Development (IFAD) proveyeron cada uno US$ 2,5 millones
en garantía de crédito que apalancó US$ 50 millones del keniata Equity Bank
para inversiones en agricultura de mini-escala.
Otros inversores de impacto en la región incluyen a Root Capital que se
enfoca a pequeñas y medianas empresas rurales en África (también en América
Latina), que recientemente hizo un préstamo de capital de trabajo a Transeed,
una compañía de siembra tanzana; y E+Co que apoya a empresas que proveen
energía limpia en países en desarrollo y que ha invertido en Zara Solar, una
empresa que vende paneles solares domésticos para hogares rurales en Mwanza,
Tanzania.
Sin embargo, los expertos señalan que aún faltan cosas para terminar de
animar la inversión de impacto en África.
Estándares de impacto
Brandemburg afirma que los gobiernos y el sector privado necesitan
trabajar juntos en el desarrollo de un entorno institucional y regulatorio favorable.
“Es clave para esto la institucionalización de estándares de reporte de
inversión de impacto, de modo que permita reportar y trazar consistentemente a
los inversores la performance social y medioambiental de sus inversiones”,
agrega la directiva de Rockefeller Foundation.
Esto daría a los inversores las herramientas para monitorear sus
desempeños, a la vez que ayudaría a evitar consecuencias negativas que
hicieron que se mostraran reticentes en el pasado.
La evolución de la inversión de impacto no ha estado exenta de ruido. En
el pasado, algunos inversores fueron blanco de críticas que les endilgaban
sacar ventaja de los pobres en las áreas donde operan.
Brandenburg explica que estas críticas provienen de la incapacidad de
distinguir entre inversiones de impacto e inversiones en otros negocios
dedicados a vender productos y servicios básicos a pobres; el malentendido
llevó a que no se viera la importancia que pueden tener las inversiones de
impacto en el mejoramiento de la vida de las personas.
Para ella, las
inversiones de impacto son el vehículo para servir a segmentos desasistidos del
mercado cuyo acceso a bienes y servicios básicos es limitado, como resultado de
lo cual los pobres terminan pagando altos precios por productos de baja
calidad.
“De allí
que los precios que cobran las empresas apoyadas por inversiones de impacto pueden
parecer elevados para quienes miran desde afuera, pero son mucho más bajos que
la alternativa que el cliente tendría que pagar”, explica Brandenburg.
Fuente: The East African, “Impact
investing in the poor, the next big thing”, Cosmas Butunyi, 10 de enero de
2011, Nairobi.
Los autores
del reporte Impact Investments. An emerging asset class (noviembre de 2010)
son, por JP Morgan, Nick O’Donohoe, director global de investigaciones, Christina
Leijonhufvud y Yasemin Saltuk; por Rockefeller Foundation, Antony
Bugg-Levine y Margot Brandenburg. El trabajo contó con el
decisivo apoyo, entre otras organizaciones, de la Global Impact Investment
Network (GIIN, red con sede en Nueva York).
Publiqué este artículo el 10 de enero de 2011 en MicroDinero
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