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miércoles, 4 de marzo de 2015

Impacto en microfinanzas: ¿Demasiada ciencia y poco saber?


(Textos recobrados de MicroDinero) ¿Demasiada ciencia y poco saber?

La frase despertó cierta incomodidad y algún enojo:

“Hemos sobrevendido la historia de las microfinanzas”.

Carlos Labarthe
La pronunció Carlos Labarthe, presidente ejecutivo y cofundador de Banco Compartamos, de México, durante el panel “¿Cómo afectan las microfinanzas en la vida de los pobres?”, en el Foro Interamericano de la Microempresa, de San José de Costa Rica.

El interrogante planteado desde luego no nace con las microfinanzas sino que surge con vigor en los últimos cinco años, cuando empiezan a sucederse crisis sistémicas en algunas regiones o mercados (Europa del este, Marruecos, Nicaragua, hasta la más reciente del estado de Andhra Pradesh, en la India) que informarían de un agotamiento, o al menos de una sombra de sospecha sobre la efectividad de las microfinanzas como herramienta para combatir la pobreza.

La intervención de Labarthe, provocadora y controversial, apunta de lleno contra el relato que se ha hecho tradicionalmente de las microfinanzas, esto es, recursos financieros que ayudan a una población desfavorecida a poner en marcha un pequeño negocio que le permita salir de la pobreza.

“Las microfinanzas es una de muchas soluciones”, clamó el ejecutivo mexicano. Y aseguró que “el conocimiento que tenemos del cliente es muy pequeño. Hay que ser muy realista en qué podemos lograr y en qué no. En un mismo contexto familiar o comunal, hay clientes totalmente distintos”.

Mencionó y elogió, en tal sentido, los aportes del libro Porfolios of the Poor, de varios autores, en el que se consigna cómo viven 250 familias pobres de Asia y África el día a día en su lucha por la subsistencia.

Desde su experiencia en México, Labarthe enumeró tres grandes necesidades de los clientes de Banco Compartamos que los llevan a solicitar crédito: la operación del día a día (el cash flow), la atención de emergencias y la preparación de eventos familiares (bodas, fiestas de quince, etc).

Con lo cual quedaba dicho: ni se trata de poner en marcha emprendimientos productivos, ni se trata de salir de la pobreza. Las microfinanzas, desde esta óptica, a lo sumo, permiten a los pobres sobrellevar mejor su pobreza. En tal sentido se “sobrevendió” su historia.

La tesis es consistente con el documento del CGAP ¿El microcrédito ayuda realmente a los pobres?, de Richard Rosemberg. Allí, en efecto, se admite que no hay evidencias que prueben que las microfinanzas ayuden a salir de la pobreza. Pero parecería claro que sí aportan soluciones a los hogares pobres para, entre otras cosas, “estabilizar su consumo, financiar grandes gastos y lidiar con los shocks”.

El problema que subyace a esta cuestión -debate de fondo en el que se inscribió la frase de Labarthe- es que en los últimos años no sólo se pide a las microfinanzas más de lo que éstas pueden ofrecer, sino que se financian investigaciones para que las microfinanzas demuestren si cumplen o no con su cometido. ¿Qué cometido?, ¿a qué relato creer?

Por un lado tenemos la visión idealizada del pobre que es pobre en tanto ha sido privado de los recursos que, de disponerlos, le permitiría salir de su situación. Las microfinanzas cumplirían ese rol restitutivo y redentor.

Y por otro lado tenemos la visión más realista de Labarthe-Portfolios, donde el pobre usa servicios financieros, ni más ni menos, que para hacer frente a su pobreza (en clave de estética literaria, podríamos decir que entre uno y otro discurso hay un desplazamiento que va de lo romántico a lo naturalista).

En los últimos cinco años, a instancias de inversores y filántropos que esperan certeza de los resultados de sus aportes, se han realizado importantes investigaciones procurando determinar el impacto de un programa microfinanciero. El problema es que, si están bien hechas, las investigaciones son largas y costosas. Y por más finas que sean las pruebas aleatorias controladas, los modelos econométricos o cualitativos, muy probablemente no arriben a conclusiones definitivas.

Además, como lo han señalado Karlan y Goldberg, estos estudios de evaluación en microfinanzas deben medir un componente contrafáctico particularmente complejo y elusivo: ¿cómo podría haber sido la vida del pobre de no haberse implementado el programa? Le impone al investigador un desafío extra para su diseño.

La intervención del directivo de Compartamos terminó con un comentario que atribuyó a “un inversor social no ligado a las microfinanzas”, y que sonó ligeramente cínico:

“La industria de las microfinanzas es esquizofrénica. Es la única que se pregunta por el impacto final de lo que produce. No lo hace la industria de la alimentación, por ejemplo, como tampoco otras industrias”.

Moderado por la gerente general del Fomin, Nancy Lee, el panel propuso expertos e investigadores con experiencia y conocimiento en economías aplicadas, medición de impacto en microfinanzas y efectividad en políticas de desarrollo: David Roodman (Center for Global Development), Lisa Khun (Freedom from Hunger), Sandra Darville (Fomin) y Martín Valdivia (GRADE), además de Labarthe.

Referencias

- COLLINS, Daryl; MORDUCH, Jonathan; RUTHERFORD, Stuart y RUTHVEN, Orlanda: Portfolios of the Poor. How the World’s Poor Live on $2 a Day, Princeton University Press, 2009.
- KARLAN, Dean y GOLDBERG, Nathanael: “Microfinance Evaluation Strategies: Notes on Methodology and Findings”, en ARMENDARIZ, Beatriz y LABIE, Marc (editors): The Handbook of Microfinance, World Scientific, Singapur.
- ROSEMBEERG, Richard: “¿El microcrédito ayuda realmente a los pobres?”, Enfoques, Nº 59, Washington, DC, CGAP, 2010.


Publiqué este artículo el 18 de octubre de 2011 en MicroDinero

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