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lunes, 16 de marzo de 2015

Estudios de impacto del microcrédito: ¿una ciencia de lo idiosincrásico?


(Textos recobrados de MicroDinero) Profesionales, académicos e inversores en microfinanzas se reunieron semanas atrás en Nueva York en una conferencia de tres días para discutir investigaciones e innovaciones en el campo (Microfinance Impact and Innovation Conference 2010). El tema giró principalmente en torno a la medición del impacto: ¿qué efecto real producen las microfinanzas en la vida de los pobres? Si es cierto que generan cambios positivos, ¿cómo medir estos cambios?, ¿cómo evaluarlos?

Abhijit Banerjee
Se trata de uno de los grandes temas que ocupan en la actualidad a los actores de la industria. Algunas sugerencias, voces y opiniones de la cita neoyorquina fueron recabadas por Eva Pereira, blogger de Forbes, a quien seguimos a continuación.

La conferencia comenzó en el downtown de Manhattan, en la sede de la agencia calificadora Moody’s, con las palabras de la CFO de la casa anfitriona, Linda Huber, quien introdujo al vicepresidente senior del grupo Data Governance de la entidad, Jody Rash. Él explicó el desarrollo de ratings de performance social para instituciones de microfinanzas, en respuesta a la preocupación surgida durante la última edición de la Clinton Global Initiative. Mediante diapositivas, fue proponiendo indicadores que permitan medir el impacto de la efectividad de las microfinanzas. Estableció una distinción principal: impacto social (cuando el trabajo funciona) y performance social (cuando se opera de una manera socialmente viable).

“Nosotros anticipamos que las IMFs socialmente orientadas se beneficiarán significativamente de este enfoque estandarizado para la evaluación del desempeño social”, dijo Rash. Y señaló que estos indicadores impulsarán una mayor conciencia de las instituciones para alcanzar un impacto positivo en la vida de millones de personas, beneficiarias de fondos de microfinanzas. Moody’s está en proceso de desarrollo de una metodología que, esperan, sea utilizada como estándar global para medir a IMFs.

Jonathan Morduch, de la New York University (NYU) y managing director de la Financial Access Initiative (FAI), reconoció que hay agentes diversos en la industria. Describió la evolución de la industria desde un enfoque basado en la oferta en los años ’70, a un enfoque trasladado hacia la demanda surgido en los ’80 y ’90. Hoy la industria está empezando a comprender las necesidades idiosincrásicas y variadas de los pobres y las herramientas financieras para una mejor atención.

Otro presente en la conferencia fue Dean Karlan, de Yale y presidente de Innovations for Poverty Action (IPA), quien reflexionó sobre cómo la percepción de las microfinanzas ha mutado desde ser una panacea contra la pobreza a una confianza mucho más modesta de ayudar a los pobres a sobrellevar mejor su situación. Reveló que mientras algunos microcréditos están siendo utilizados con fines productivos, un porcentaje significativo también se destina al pago de otras deudas. Enfatizó en la necesidad de que la industria expanda sus servicios más allá del crédito, haciendo frente a la falta de ahorro y opciones de seguro disponibles para los pobres.

A continuación, Abhijit Banerjee, profesor de Economía en el MIT, presentó un estudio que muestra que el acceso al microcrédito en la actualidad ha generado una reducción del consumo entre aquellos con aspiraciones emprendedoras. Antes de lanzar su negocio, el prestatario corta gastos en bienes de consumo para comprar bienes durables. En su investigación, halló además que el microcrédito no tiene ningún impacto en la salud, la educación y empoderamiento de la mujer. E insistió en el punto de que los prestatarios tienen muy diversas necesidades. El estudio muestra que es imposible decir que los créditos, uniformemente, tienen un impacto positivo; en gran medida depende de las circunstancias particulares de cada prestatario.

Finalmente Esther Duflo, también profesora de Economía en el MIT, citó algunos de los resultados del estudio de Banerjee. Presentando datos de una investigación de dos años en Marruecos, analizó efectos de la expansión de las microfinanzas en áreas rurales. Encontró que muchos de los que habían obtenido préstamos se retiraron del mercado de trabajo una vez asegurado el empleo personal bajo la forma de actividades agrícolas. Constató lo expuesto por Banerjee: el microcrédito no evidenciaba un impacto social ni en la educación. Y el empoderamiento de la mujer se mantenía inalterable. Al considerar las probabilidades que el lanzamiento de un negocio presentaba a beneficiarios de microcrédito, se encontró que no había diferencias entre el grupo de prueba y el grupo control. Los efectos de las microfinanzas no son inequívocamente buenos; afectan a los pobres de diferentes maneras y sólo a través de un estudio y un adecuado análisis se pueden desarrollar instrumentos financieros que sirvan mejor a sus necesidades.


Publiqué este artículo el 9 de noviembre de 2010 en MicroDinero

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