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martes, 21 de octubre de 2008

Las microfinanzas afganas se sobreponen a la guerra y las barreras culturales


(Mundo Microfinanzas) Las actividades de microfinanzas en Afganistán están creciendo de manera sólida y a buen ritmo desde que el Estado creara en 2003, con posterioridad a la caída del régimen talibán, la Microfinance Investment Support Facility for Afghanistan (Misfa) que, con apoyo y bajo control gubernamental, recepta donaciones internacionales y las distribuye a través de sus agencias locales asociadas.

Katrin Fakiri
La puesta en marcha de Misfa redundó en un fuerte impulso para este segmento de negocios. El número de entidades de microfinanzas aumentó de tres a quince, brindando servicios a prácticamente medio millón de clientes, con oficinas de atención en 23 de las 34 provincias del país.

El principal donante de fondos es la Canadian International Development Agency (CIDA, agencia canadiense para la ayuda internacional), que desde 2003 ha destinado unos US$ 96 millones para la expansión de los microcréditos y otros servicios entre los sectores más pobres de la población.

Las mujeres constituyen el 70 por ciento de la cartera de micropréstamos y un 40 por ciento de los clientes residen en zonas rurales. Se estima que cada micro-emprendimiento genera 1,5 oportunidades de empleo, lo que representa un espacio potencial de 500 mil puestos de trabajo.

George Saibel, vocero de CIDA, explicó que "el reto es desarrollar un sistema bancario y financiero que todavía no llega a servir a los pobres y a las pequeñas empresas, debido a que existe la percepción generalizada de que pobre significa riesgo en términos de crédito”.

Si bien el objetivo primario de las entidades consiste en brindar servicios a pequeños empresarios o apoyar micro-emprendimientos productivos, se ha constatado que las instituciones de microfinanzas tienden a prestar a personas según su capacidad de pago, en vez de tomar como referencia el concepto de “vulnerabilidad relativa”, que evalúa sus carencias socioeconómicas.

Frente a esta realidad, Misfa está presionando a las entidades para que asuman el rol social implícito en las actividades de microfinanzas. Su titular, Katrin Fakiri, subrayó que la institución apunta a mejorar la situación de sectores de la población que viven prácticamente en condiciones de marginalidad socioeconómica, entre los que se destacan viudas y huérfanos de la guerra que asuela al país.

Explicó que “los productos que brindamos están diseñados para atender la situación de las personas más pobres; se calcula que tres cuartas partes de los clientes viven en la pobreza o se encuentran por debajo del umbral de la pobreza”.

Donantes internacionales y autofinanciamiento

Otro reto para la consolidación de las actividades de microfinanzas en Afganistán lo constituye la sustentabilidad del financiamiento externo, debido a que la crisis financiera global puede afectar la capacidad de apoyo de los donantes habituales.

El director operativo de Misfa, Dale Lampe, si bien admitió que la coyuntura internacional representa un llamado de atención, precisó que el sistema se está consolidando y estimó que a fines de año cuatro de las entidades de microfinanzas del país se autofinanciarán.

Otro factor de inestabilidad es el contexto de guerra que afecta al desarrollo de las actividades. Fakiri reconoció que los ataques de grupos guerrilleros perturban la prestación de los servicios, en especial en poblaciones de regiones políticamente inestables.

Destacó en ese contexto la labor que realiza la organización Bangladesh Rural Advancement Committee (más conocida por su sigla BRAC) que ha extendido sus operaciones en la sureña provincia de Kandahar, asiento de la ciudad homónima (segunda en importancia después de la capital Kabul), con un activo centro comercial de productos agrícolas y principal foco de la resistencia talibana. El gerente regional de BRAC, Mahiuddin Azad, afirmó que están financiando unos 150 emprendimientos, 90 de ellos a mujeres, desde hace unos 18 meses.

"La seguridad es el gran problema", dijo Azad, quien advirtió sobre las condiciones de inestabilidad que predominan en la provincia: “Muchas veces no podemos hacer las cosas personalmente, no podemos venir, y tenemos que ocuparnos de ejecutar los programas por teléfono desde Kabul".

BRAC también ha enfrentado dificultades para concretar sus servicios debido a la resistencia de líderes religiosos que, atendiendo preceptos de la normativa islámica, se oponen al cobro de intereses. O a la vigencia de referencias culturales, por ejemplo, el rechazo de muchos hombres a vincularse con empresas que son dirigidas por mujeres.

“Pero, poco ha poco, hemos aclarado las cosas y el sistema está funcionando razonablemente bien”, dijo Zabiullah Tokhi, director zonal de BRAC.

Misfa está a cargo del control del dinero que los donantes internacionales aportan para las microfinanzas, a fin de evitar que se derive a otros fines. Fakiri afirmó que aplican medidas efectivas para evitar que ese dinero vaya a actividades ilegales lucrativas, como el comercio de opio o marihuana, o sirva para financiar acciones de grupos insurgentes.

“Se realiza un seguimiento puntual del destino de los microcréditos y se evalúan regularmente las actividades que desarrollan los clientes”, explicó el funcionario.

Los principales donantes de Misfa son, además de CIDA, la embajada de Dinamarca en Afganistán, la agencia británica para la ayuda internacional (DFID), CGAP, la Agencia de Cooperación para el Desarrollo Internacional de Suecia (SIDA), Usaid, Banco Mundial y Oxfam Novib (organización holandesa integrada a la confederación Oxfam, de lucha contra la pobreza en el mundo).

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