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miércoles, 3 de diciembre de 2008

El microcrédito, ¿una utopía en Europa?


(Mundo Microfinanzas) Bajo el título El microcrédito: ¿una utopía también en Europa?, el joven analista francés Vincent Lebrou publicó recientemente en la revista CafeBabel un artículo que analiza la realidad del sector, así como algunas claves de su desarrollo histórico y las condiciones de posibilidad para su expansión.

Marek Hudon
Lo más interesante quizás sea el enfoque regional del artículo, que distingue en su análisis la potencialidad del microcrédito según se mire a Europa central y del este, o los países occidentales del Viejo Mundo.

Tras repasar el surgimiento del microcrédito en Asia, y la fructífera experiencia del Grameen Bank en Bangladesh, el autor sostiene que hoy “58 países proponen programas de microcréditos, adaptados en función de condiciones específicas locales”. Y agrega que “si las poblaciones de los países en desarrollo representan las metas principales de los organismos de microfinanzas, las economías de mercado también tienen su parte en los pequeños emprendimientos nacidos al impulso de los microcréditos”.

El autor se pregunta: “¿Quién hubiera pensado, a primera vista, que en las regiones del círculo polar ártico en Noruega, reino económicamente próspero, el microcrédito podía ser utilizado para frenar la despoblación en el archipiélago Lofoten?”. Y sigue: “¿Cuál es la situación en el resto del Viejo continente? Si, en Europa, Noruega puede sorprender como tierra de microcrédito, ¿qué se puede esperar de la microfinanza en la Unión Europea?” (Nota del editor: véase Grameen Bank/micro credit ideas. Report from a seminar, Consejo Nórdico de Ministros, Ekspressen, 1996, Copenhague).

Lo que sigue es una evaluación que Lebrou hace de distintas regiones del continente y su relación con las microfinanzas.

Polonia, muchas disparidades regionales

En los años 80, las microfinanzas son verdaderamente aceptadas como herramienta de desarrollo económico en el mundo y, un poco más recientemente, en Europa.

La importancia de los servicios no financieros es una de las características del sector de las microfinanzas en Europa, del mismo modo que el perfil de la población involucrada (desempleados, personas reinsertándose socialmente, excluidos del sistema bancario clásico). Sin embargo, se observa una diferencia de práctica entre el este y el oeste del continente.

El dinamismo del microcrédito se hizo sentir en Europa central y del Este tras la caída del comunismo. El deseo general de transición económica constituyó un auténtico trampolín para las microfinanzas. Se apoyó a las personas que deseaban emprender proyectos económicos, pese a la existencia de un sector bancario no adaptado a las nuevas necesidades. En los 90, las IMFs de Europa del este y central pudieron crecer anualmente a un promedio del 30 por ciento.

Hoy asistimos a un cierto resurgimiento de las microfinanzas en esta zona ya que, junto a IMFs y ONGs, los bancos comerciales encuentran creciente interés en proponer microcréditos a los más desfavorecidos.

Sin embargo, este movimiento general no se ha comportado de manera homogénea en un mismo territorio. El caso de Polonia ilustra muy bien los desafíos de las microfinanzas en el este. La ausencia, a nivel nacional, de una política general de servicios microfinancieros, acentúa las disparidades regionales. Ciertas localizaciones son más dinámicas que otras. Existe apoyo a los microempresarios a través de préstamos de autoridades públicas. Estos fondos difieren sin embargo de una región a otra y agudizan inequidades económicas. Cuando se dio el llamado “éxito del micro”, fue necesario entonces ir a la búsqueda de las IMFs ya que, al haber sido financiadas por capitales privados extranjeros desde los años 90, aseguraban una mayor independencia.

Crecimiento tímido en Europa occidental

En Europa del oeste, la filosofía de las microfinanzas cumplen más un objetivo de cohesión social.

El funcionamiento económico de Europa occidental se basa en un sistema de pequeñas y medianas empresas (un 99 por ciento de las PMEs son de escala micro, con dotaciones de personal de uno a nueve empleados), lo que explica la importancia de apoyar iniciativas de carácter más fuertemente local. Resulta pues paradójico constatar que numerosos empresarios no acceden a los servicios financieros de las redes “clásicas”.

No obstante, los empresarios del sistema de microcrédito crean un vínculo social a escala local, tanto más cuanto que estos microempresarios se desarrollan principalmente en el sector terciario y en los nichos que no interesan mucho a los grandes grupos. Según Philippe Guichandut, director de la Red Europea de Microfinanzas (REM), estos procesos de “bancarización” de los excluidos ”se inscriben más en una lógica social que comercial”.

Si los organismos de microcrédito en Europa occidental dependen principalmente del medio asociativo, los marcos jurídicos no cesan de flexibilizarse, propiciando la cooperación de los grandes grupos bancarios y de seguros. En el Reino Unido, por ejemplo, ciertos programas reclaman la asistencia de intermediarios. El Small Firms Loan Guarantee Scheme, proyecto de garantía de préstamos a los pequeños empresarios, asegura ventajas a los bancos que prestan capital a un público que no sería susceptible de recibir asistencia financiera sin este sistema de garantía.

Los obstáculos según Adie

Sin ninguna duda, la cuestión creciente del sobreendeudamiento pone un problema mayor para el porvenir del sistema de microcrédito en Europa.


Marek Hudon, co-director del Centro Europeo de Investigación en Microfinanzas (Cermi, sigla en francés), afirma: “Desde el momento que trabajamos con poblaciones excluidas de los bancos, sociológicamente desfavorecidas, hay riesgo de caer en un ciclo de sobreendeudamiento importante. En general no es un problema ligado a las microfinanzas, pero en Bélgica, alrededor del 7 por ciento de la población, y un 10 por ciento en Bruselas, está en situación de mora”. La cuestión del sobreendeudamiento es pues un elemento importante en el debate y el microcrédito debe constituir una herramienta, entre otras, para sacar a las personas excluidas del círculo vicioso del sobreendeudamiento.

Cada vez más, los actores van a ser enfrentados a una compleja legislación: aunque en los países en desarrollo se deja un cierto margen de maniobra, en Europa “intervienen en un contexto muy reglamentado donde el margen de acción es muy estrecho”, dice Guichandut.

María Nowak, presidenta fundadora de la Asociación por el Derecho a la Iniciativa Económica (Adie), habla también de coacciones reglamentarias “desalentadoras”. Los dos obstáculos mayores están ligados a la reglamentación de tasas de interés, generalmente fijadas con techos (a excepción del Reino Unido y ahora Francia), y la imposibilidad para los organismos no bancarios de pedir prestado para a su vez prestar. Si las evoluciones existen, queda todavía un largo camino hasta adaptar la legislación al sector.

La Comisión Europea se implica

Más que un fenómeno de moda, el microcrédito devino en los últimos años una herramienta significativa para ayudar a las personas con dificultades para lanzarse al mercado de trabajo.

En Francia, Adie contribuyó desde 1989 a la creación de 50 mil microempresas, generando 58 mil puestos de trabajo a partir del otorgamiento de préstamos solidarios. En lo sucesivo, este sistema deberá hacer su propia contribución en la construcción de servicios financieros abiertos a todos.

La Unión Europea -finaliza el análisis de Lebrou- se está involucrando cada vez más con este sistema, sobre todo desde la adopción en 2007 de la Iniciativa para el Desarrollo del Microcrédito y de la puesta en marcha de la REM. Para el período presupuestario 2007-2013, la Comisión Europea y el fondo europeo de inversión (EIF) han tomado una nueva iniciativa denominada Jeremie (por Joint European Resources for Micro to Medium Enterprises). Ella permitirá transformar una parte de los fondos regionales otorgados por las instituciones europeas en capital de préstamo. Y generar herramientas que permitan un día realizar el deseo lanzado por Muhammad Yunus, presidente del Grameen: “Eliminar la pobreza, sobre todo y sin demoras, dando a los más pobres los medios para que ellos mismos tengan bajo control su destino”.

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