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viernes, 1 de junio de 2012

Uva ecológica y acciones sustentables de una familia gaúcha


(Mundo Microfinanzas) Una actividad transmitida de generación en generación, durante 60 años, marca la trayectoria del agricultor gaúcho Charles Venturin, cultivador de las más diversas especies de uva de mesa en su propiedad de 26 hectáreas, en Caxias do Sul, en el estado de Río Grande do Sul, en el sur brasileño. La empresa Venturin Uvas Finas introdujo una novedad en el mercado: una técnica de preservación del medio ambiente que redujo en un 80% la aplicación de agrotóxicos y otros insumos agrícolas. Con ello la propiedad disminuyó también el uso de gasoil en tractores pulverizadores. Menos gastos, más ganancias.

Sebrae
Hasta llegar al perfeccionamiento de la técnica, entretanto, la familia Venturin debió atravesar varias dificultades y hasta pensó en desistir de producir la fruta, símbolo de la familia por tres generaciones. Con el cambio climático, ocasionado por el efecto invernadero, lluvias y sequías fuera de sus ciclos regulares, se generaba mucho desperdicio en la vendimia, pues los frutos acababan estragados por exceso o falta de humedad. “O la gente se profesionalizaba o encontraba una solución cambiando de actividad”, recuerda el productor. En aquella época, la facturación bruta era de 50 mil reales al año (a valor de hoy US$ 24.500).

En 1996, después de un gran perjuicio en la cosecha, Charles buscó inspiración en el cultivo de frutillas para procurar revertir las pérdidas. Cubrió cada hilera de parra con una lona maleable, de plástico lechoso. Tras seis años de tentativas y yerros, el resultado obtenido fue una uva de mayor calidad, de coloración más acentuada y un grano uniforme, con mayor tenor de azúcar. Hace tres años que Venturin no usa más ningún insecticida o acaricida en su parral. “Produzco una uva ecológicamente correcta”, afirma Charles, según un reporte difundido esta semana por la Agencia Sebrae Noticias.

La producción gira en torno a las 30 toneladas de uva de mesa. Cerca del 60% son vendidas en la propiedad, en tanto que el resto se destina al mercado regional. El kilo de fruta es vendido a 5,10 reales (US$ 2,5). Charles también produce, anualmente, 90 toneladas de uva para vino, comercializadas a 0,57 reales el kilo (US$ 0,27). Ambas actividades reditúan actualmente unos 280 mil reales (US$ 137 mil).

El agricultor gaúcho recuerda que las capacitaciones ofrecidas por el Servicio Brasileño de Apoyo a la Micro y Pequeña Empresa (Sebrae) fueron decisivas para la orientación de su negocio. Tomó parte del curso conocido como 5S, que trabaja por la calidad total con conciencia ambiental, además de enfocarse en la organización de la empresa. “Mi producción está en un rumbo cierto, gracias a la consultoría de los técnicos del Sebrae”, reconoce.

Además de eso, la familia aprendió a hacer recolección selectiva de residuos y devolver a los proveedores los envases de agrotóxicos usados en la pulverización contra las plagas. “Pequeños actos que hacen toda una diferencia”, afirma Charles. Las acciones redundaron en un aumento de lucro para la familia. “Nuestro camino es ser cada vez más sustentable para crecer cada día más”, planea el agricultor.

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