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lunes, 13 de abril de 2015

Muhammad Yunus, profeta fuera de su tierra

El fundador del Grameen Bank en una visita a Milán, en 2010
(foto: Giuseppe Nicoloro)

(Textos recobrados de MicroDinero) A tal grado de tirantez ha llegado la relación entre el gobierno de Bangladesh y el profesor Muhammad Yunus, que la noticia del desplazamiento del fundador del Grameen de su puesto como máxima autoridad ejecutiva del banco recorre el mundo y enardece a un movimiento globalizado de simpatizantes y seguidores del “banquero de los pobres”.

Desde la secretaria de Estado del gobierno norteamericano hasta los miles de ignotos fans de las redes sociales, Yunus ha concitado en los últimos años una corriente de adhesión mundial que incluye a encumbrados formadores de opinión, políticos y financistas, influyentes líderes de la sociedad civil, académicos, defensores de derechos humanos, activistas sociales, empresarios y filántropos de diferentes extracciones y procedencias. En Europa acaba de constituirse la sociedad Friends of Grameen, presidida por la ex jefa de estado de Irlanda Mary Robinson, decidida a asumir la defensa de Yunus y la no injerencia del gobierno bengalí en el mítico banco de microcréditos, fundado en 1976 por un entonces treintañero profesor de Economía, a cargo de un programa rural en la universidad de Chittagong.

Una primera cuestión: ¿Por qué el mundo se abroquela en defensa de una figura que, como parecen sugerir las últimas noticias desde Dhaka, está próxima a ser jubilada por contiendas y rencillas locales en Bangladesh?

Visto así, desde fuera, el relato parece convincente: un líder social de gran popularidad, de reconocimiento mundial, ganador de un premio Nobel y una veintena de honoris causa, es víctima de la política institucionalizada de su país, que lo ve como un incómodo competidor -incluso desestabilizador- a cargo de un banco que detenta el botín de más de ocho millones de clientes, según informa el mismo banco desde su página.

Desde luego que este tipo de lucubraciones pasan por la cabeza de más de un dirigente del partido actualmente en el gobierno en Bangladesh, encabezado por la primera ministra Sheikh Hasina. Pero equivocaríamos el camino si es que confiamos en la transparencia de este relato de víctimas y victimarios, de buenos y malos. En tal sentido, convendría reparar en las circunstancias históricas que hacen posible este entramado global de apoyo a una figura que siempre se vio asociada a una idea heterodoxa, “crítica” del capitalismo.

En efecto, la emergencia de la crisis financiera de las subprime en 2007-2008, y los remedios fuertemente intervencionistas pergeñados desde Washington, marcó un quiebre histórico de acumulación que había llegado a un punto de especulación paroxístico: lo que se conoció como el estallido de la burbuja de los créditos hipotecarios en los Estados Unidos. En tales condiciones, discursos en pos de un capitalismo humanizado, responsable, autocontrolado y enfocado a lo social pasaron a nutrir argumentaciones y guiar políticas desde los más conspicuos núcleos de poder económico (gobiernos, bancos multilaterales, cierto establishment empresario y ONGs internacionales, con mucho peso en la orientación, gestión y ejecución de inversiones en países pobres). El mensaje de Yunus por un “nuevo capitalismo” y a favor del social business (por tomar los títulos de sus dos últimos libros) cuajó fértil en este terreno y contribuyó a enrostrar a los mercados los catastróficos efectos sociales a que puede llevar una espiral especulativa y un afán de lucro desenfrenado. El debate que ha ocupado a las microfinanzas en los últimos meses se centra básicamente en esta inflexión.

Esto no desmerece a Yunus ni a quienes adhieren a su prédica (Yunus se ha ganado con justicia su lugar como referente en la inclusión de los pobres a la economía). Se trata de ver la conexión dialéctica entre un tipo de discurso, corporizado en una personalidad carismática y con aires de “gurú”, como es Yunus, y el contexto histórico de una economía que se debate por pervivir en medio de una inusitada debacle.


Publiqué este artículo el 2 de marzo de 2011 en MicroDinero

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