Josefina Stubbs recibe una flor de té en la provincia de Misiones, noreste argentino, durante una visita de campo de la comitiva del FIDA (foto: Greg Benchwick/FIDA) |
(Entrevista
realizada en Buenos Aires a Josefina Stubbs, directora de la división de América
Latina y el Caribe, del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, FIDA, Textos
recobrados de MicroDinero)
MicroDinero:
¿Qué expectativas tienen con esta visita a la Argentina?
Josefina
Stubbs: En el caso de Argentina tenemos treinta años trabajando, apoyando al
sector rural, con muchos éxitos pero también con mucho aprendizaje, buscando
cómo apoyar cada vez más al gobierno de Argentina, nuestra contraparte
fundamental, y tratar de encontrar las formas de incluir a los pobres rurales
en sus políticas públicas, en sus programas. Pero además como una forma de
ayudar al país a reducir la pobreza y a reducir la brecha tan enorme de
inequidad que existe no tan sólo entre la parte rural y urbana sino, en el caso
de Argentina, entre la gran agricultura y la pequeña agricultura del país.
Hasta ahora tenemos una cartera de alrededor de cinco proyectos y estamos
preparando un nuevo programa, Proderi, que estamos diseñando, es hasta ahora el
proyecto más grande que hemos tenido en Argentina, de alrededor de unos US$ 150
millones, con un aporte del FIDA de alrededor de US$ 57 millones. El gobierno
argentino va a poner una importante contribución de casi US$ 60 millones, lo
cual habla también del compromiso del gobierno por tratar de trabajar los temas
de pobreza rural, más una contribución importante de alrededor de US$ 40
millones de otros actores que van a estar participando. Este proyecto se está
terminando de diseñar, va a llegar a nuestra junta ejecutiva en septiembre y
esperamos que se ponga a funcionar lo más rápido posible.
MD: ¿Este
proyecto recoge la experiencia del FIDA en el país en estos treinta años?, ¿agrega
algún elemento?, ¿cómo se piensa implementar?
JS: Es un
proyecto que recoge los aprendizajes de diferentes tipos. El desarrollo de
pequeños productores en el país es esencial y para ese desarrollo es necesario
fortalecer sus organizaciones locales, mejorar la productividad, lo que quiere
decir en muchos casos transferir tecnologías para que los pequeños productores
puedan producir más y mejor, ayudarlos a conectar con los mercados, y me
refiero a los mercados locales y regionales. No es suficiente producir: hay que
vender. Primero hay que colocar la producción, pero además los habitantes
rurales necesitan generar ingresos para poder participar en el mercado.
MD: ¿Y está
enfocado en alguna región específica de Argentina?
JS: Los
programas de FIDA están orientados a lo que son las provincias más pobres: Chaco,
Formosa, Corrientes, Misiones, Tucumán, Salta, Catamarca, es decir, todo el
norte, donde hay mayor concentración de pobreza y de pequeños productores en
condiciones desfavorecidas. Tenemos otros proyectos que se están enfocando en
el sur, todo lo que es la Patagonia, las provincias de Chubut, Neuquén, Río
Negro, donde también hay niveles de pobreza importante. Con el nuevo proyecto
vamos a seguir actuando en estas provincias para poder construir, de pequeñas
cosas que hemos ido haciendo, programas un poco más grandes, más abarcadores.
MD: ¿A
cuántos años se ha pensado este proyecto?
JS: Es un
proyecto para seis años. Y espero que podamos empezarlo a trabajar muy rápido,
porque el desarrollo rural en Argentina, de pequeños productores, no puede
esperar más. Nosotros vemos una tendencia como de abandono del campo, por parte
de los más pobres y los más pequeños, porque naturalmente su entorno no les
garantiza un medio de vida ni suficiente ni sostenible. Una tendencia que
queremos ver disminuir. Necesitamos campesinos porque, en Argentina quizás en
mejor medida pero en casi todo el continente latinoamericano, el 80 por ciento
de los alimentos básicos que consumen los países son producidos por
agricultores familiares, por pequeños agricultores. Pero bueno, no sólo se
trata de los alimentos. El campo es una cultura, el campo es una manera de
vivir. Los bienes y beneficios del campo no son sólo económicos sino también
ambientales, culturales, sociales. Y por eso nosotros queremos ayudar a que
todo ese capital que existe en el sector rural se pueda seguir aprovechando.
MD: Aquí en
Argentina, seguramente debido a la magnitud del territorio, se ha visto al
campo como algo asociado a la extensión. Algo que, supongo, se habrá
profundizado con la tendencia de los últimos años a la soja, a la concentración
de un solo cultivo. De acuerdo al monitoreo que hace el FIDA, ¿eso ha agudizado
la problemática de los pequeños agricultores?
JS: Bueno,
por eso yo estoy tan contenta con los proyectos que tenemos y con el proyecto
grande que va a entrar. Creo que Argentina entiende cada vez más la necesidad
de hacer convivir la gran agricultura con la pequeña. Yo creo que la gran
agricultura es un problema si se descuida la pequeña agricultura, porque
simplemente desplaza. Ahora, si a la pequeña agricultura se le encuentra un
lugar, que lo tiene en la producción de alimentos, en el mantenimiento del
desarrollo territorial, en lograr mejor acceso a los mercados, en abaratar la
comida para la gente local, estaríamos en una situación de ganar-ganar para todo
el mundo. Lo que nos ha pasado hasta ahora es que hemos tenido grandes
desequilibrios que no han sido buenos para los más pobres.
MD: ¿Se
refiere a desequilibrios entre los resultados macroeconómicos y el impacto
social?
JS: Desequilibrios
de distribución del conocimiento, de acceso a la tecnología, de capacidad
productiva, de capacidad organizativa, del manejo del medio ambiente. De todo
lo que son los factores que están presentes cuando se apoya a la pequeña
agricultura y a las comunidades rurales. En la medida en que eso no se preserve
y mejore, probablemente se pierda pues ¿a qué me voy a quedar entonces en el
campo?
MD: Usted
mencionó el trabajo con organizaciones locales. ¿Qué experiencia tienen y cómo
piensan trabajar para lograr mejor anclaje comunitario y local? Pregunto
también por el caso de organizaciones de microfinanzas y cooperativas
financieras.
JS: Lo
primero que tenemos por delante, con el concurso del gobierno, es fortalecer
las cooperativas. Existen cooperativas de productores en Argentina, importantes,
que hemos visto que, con la asistencia necesaria de recursos, conocimiento,
tecnología, de acceso a mercados, pueden funcionar. Hemos tenido experiencia de
cooperativas de productores de miel, que están produciendo miel de excelente
calidad que llega a los mercados locales. Entonces, fortalecer la organización
cooperativa, para comenzar. Y segundo, darles mejor acceso a recursos
tecnológicos y financieros. Y ahí tenemos un reto enorme, por dos razones.
Primero, porque históricamente la forma de solucionar la falta de recursos en
Argentina ha sido la transferencia directa de recursos. Lo que en aquella época
se llamaba ‘los subsidios’. Una gran cantidad de recursos que iba en subsidios
que no necesariamente te estimula a la creación de un mercado financiero a
nivel local, a nivel de las comunidades, de los municipios. Y no es sólo que
las comunidades no saben cómo manejar servicios financieros. Es que el sistema
bancario de la Argentina todavía no quiere tomarse el riesgo -que yo creo en
parte infundado- de trabajar para los pequeños productores. Hemos visto que los
pequeños productores, sobre todo cuando son mujeres, son los que mejor pagan,
con tasas de mora casi nulas, devuelven a tiempo el recurso, tienen un manejo
financiero eficaz. Pero la banca todavía está bajo la impresión de que trabajar
para los pequeños campesinos es un alto riesgo. Bien, entonces estamos haciendo
algunos experimentos que esperamos poder ampliar en este nuevo proyecto. En uno
de los proyectos que tenemos, con una de las cooperativas, se formó un fondo
rotatorio importante. Ese fondo rotatorio, que era no reembolsable, se manejó
de una manera extraordinariamente eficiente, logró acumular beneficios, el
fondo se ha mantenido y, mira si le fue tan bien, que ahora vamos a comenzar a hacer
nuevos proyectos y ellos van a poner las ganancias de ese fondo como un fondo
de garantía para nuevos recursos. Es una manera de demostrar que son posibles
las microfinanzas o bien crear mecanismos financieros del tamaño y con la
necesidad de los productores pequeños, porque ellos lo saben hacer.
MD: ¿Y
brindando también la posibilidad de movilizar ahorro?
JS: Sin
duda, naturalmente, porque siempre hemos tenido por una parte el crédito. Y
aunque nos ha ido bastante bien nosotros pensamos que el ahorro es fundamental.
No tanto a nivel de las cooperativas como también a nivel de los individuos y
del hogar, de la vida doméstica. Y para ese ahorro, lo digo de nuevo, las
mujeres son las que han demostrado ser las guardianas principales de los
recursos del hogar y de las comunidades. Entonces, estimular al ahorro al mismo
tiempo que se encuentran esquemas de crédito. Hay un camino largo por recorrer
y las políticas públicas a nivel del sector financiero todavía no han visto que
pueden tener una población importante de clientes. En países como Colombia o
Perú, hemos trabajado para que el sector financiero -lo cual ha sido el caso-
baje lo más cerca posible de las comunidades. Tenemos un proyecto en Perú que
en un período de tres años logró traer algunas de las provincias a los bancos
privados y se han abierto más de 500 mil cuentas de ahorro.
MD: ¿En qué
región del Perú?
JS: Están en el
norte del Perú, donde tenemos los proyectos, cerca del altiplano. Son
experiencias realmente muy valiosas. En Colombia está pasando lo mismo. Lo que
estamos haciendo es asociando el crédito, el ahorro, las transferencias
condicionadas y los recursos que vienen de los proyectos, de manera tal que
podamos capitalizar, en la medida de lo posible, a los tarjetahabientes de los
programas de transferencia condicionada. Estamos tratando de montarnos sobre
esos programas para, a través de ahí, hacer los programas de crédito y ahorro
para los proyectos comunitarios. Tener cuenta de ahorro, hacer crédito, implica
no tan sólo ahorrar. Implica que para abrir una cuenta en un banco usted
necesita tener cédula de identidad, que en muchos casos la gente pobre no la
tiene. Significa poder entrar a un banco con orgullo, no importa si usted no
lleva una chaqueta y una corbata. Pero ha significado además para muchas mujeres
convertirse en ciudadanas. La situación de la mujer, en muchos de nuestros
países, sobre todo en la zona rural, deja mucho que desear. Y convertirlas en
ahorradoras, y tener cuentas de banco, les fortalece su ciudadanía.
MD: Hemos
hablado de mujeres. Pregunto también por otros colectivos que se han visto
afectados por la crisis y por los procesos de desruralización, como son ciertas
minorías étnicas y comunidades originarias en América Latina, ¿allí también
tienen algún tipo de experiencia que se pueda rescatar?
JS: Claro,
cómo no. Es muy interesante porque la pobreza y la extrema pobreza en América
Latina, sobre todo en zonas rurales, tiene sexo (son mujeres), tiene etnia (son
grupos étnicos en su mayoría) y tiene color de piel (son indígenas o negros).
Quiere decir que para una agencia como el FIDA que trabaja con la gente más
pobre hay una coincidencia entre todos estos factores de exclusión y de
discriminación con los territorios donde tenemos los programas. En Guatemala,
Perú, Bolivia, Ecuador, inclusive aquí en Argentina, en el norte del país,
trabajamos con comunidades indígenas, que necesitan una manera diferente de
llevar los programas, porque hay un saber ancestral que necesitamos respetarlo
y necesitamos hacer acopio de ello para poder ayudar a las comunidades.
MD: Voy a
terminar con una pregunta con la que quizás debiera haber empezado la
entrevista. ¿Cómo ha afectado la crisis financiera internacional a los pequeños
agricultores de América Latina?
JS: En el
caso de América Latina, la región pudo acolchonar o sostener, en gran medida,
la crisis financiera, comparado con otras regiones donde se produjo una
profunda crisis económica. América Latina logró sobrevivir, lo que no quiere
decir, sin embargo, que los pobres no hayan sufrido. El precio de los alimentos
se ha incrementado de manera significativa, sobre todo porque los grandes
productos agrícolas, como el trigo o el maíz, que son fundamentales en la dieta
diaria de los más pobres, se han incrementado de manera exponencial. La crisis
de los precios del petróleo ha sido tremenda. A veces cuando uno piensa en la
crisis de precios, de productos como el maíz, no sólo piensa en la tortilla de
México -lo cual ciertamente es el caso-. Tenemos que muchos de los alimentos
para animales se producen de los granos que precisamente están tan caros en el
mercado: el pollo, el cerdo. Y eso hace naturalmente que el precio de los
alimentos aumente y aumente el precio que llega al consumidor. Entonces, para
los pobres el aumento del precio del pan, del pollo ha sido muy fuerte. Y
precisamente por eso en países como Brasil estamos viendo cómo programas de
pequeños productores, de apoyo a la agricultura familiar, han ayudado a los más
pobres a sortear el problema de la carestía. ¿Por qué? Porque los productos
están mucho más cerca de sus comunidades. Ellos además pueden producir
suficiente para poner en el mercado inmediato a sus comunidades y de ahí
generar el dinero suficiente para comprar. Así que, si bien es cierto que todas
estas crisis han incrementado los precios, también yo siento que, hasta cierto
punto, América Latina la ha podido sobrellevar. Creo que ha habido un factor
importante y es que, para mi alegría profunda, hace quince años América Latina
pensaba que la pobreza rural se combatía con transferencias condicionadas. O
sea: invierta sus mejores recursos en los grandes que están listos para vender
en el mercado de afuera, haga mucho dinero y luego repártalo de vuelta con
transferencias condicionadas de un dólar por día, etc. No, no. Siento que
América Latina está entendiendo que eso no es suficiente y que, aunque las
transferencias condicionadas han logrado bajar los niveles de inequidad, ahora
es necesario invertir en el sector rural. Para poder adquirir seguridad
alimentaria, para poder motorizar las regiones rurales -porque ya las ciudades
están hasta aquí y no pueden más- para mejorar el tema ambiental, pero también
para poder bajar la dependencia de productos importados, como es el caso de los
países de Centroamérica y del Caribe. Bajar esta dependencia y no tener que
dispensar tantos dólares, sino producirlos en casa.
Publiqué
este artículo el 5 de julio de 2011 en MicroDinero
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