(Mundo Microfinanzas) Jamii Bora es una institución de microfinanzas no convencional porque los potenciales destinatarios de sus microcréditos son mendigos, ladrones y prostitutas; desarrolla sus actividades en las barriadas pobres de Nairobi y en áreas rurales de Kenia, y cuenta actualmente con una cartera de 235 mil clientes.
La entidad es presidida por la activista social sueca Ingrid Munro y según su propio testimonio Jamii Bora significa “buenas familias”, en swahili. El nombre surgió de las palabras que escuchó de una de las madres que gestionaba un microcrédito: ‘Tú eres la única que entiende que también somos buenas madres. Amamos a nuestros hijos, también somos buenas familias’.
La experiencia de Munro y la labor que lleva adelante Jamii Bora fue abordada por Marta Bekerman, docente de la Universidad de Buenos (UBA) e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet) en un reportaje que publicó este domingo el diario Página 12, de Buenos Aires.
El artículo hace hincapié en dos casos paradigmáticos, que ponen de manifiesto la labor que lleva adelante Jamii Bora y del valor de las microfinanzas para aquellas personas que desean construir su futuro con dignidad: el de una mujer, que integró el grupo de 50 mendigas que recibieron los primeros préstamos, que ahora tiene seis negocios y 62 empleados; y el de un ladrón, por entonces uno de los delincuentes más buscados de su barrio, que después de recibir un microcrédito de 20 dólares prosperó hasta engrosar su patrimonio con los cuatro negocios que posee hoy en día.
“Yo siempre sentí que los pordioseros eran el grupo al que menos atención se brindaba y que necesitábamos hacer algo para mejorar su situación. Es que los más desesperados son quienes más necesitan las microfinanzas y nosotros hemos demostrado que pueden manejarlas. Que no necesitan caridad, porque la caridad es una manera de mantener abajo a las personas”, explicó Munro.
Jamii Bora ha crecido hasta convertirse en una de las microfinancieras más grandes de Kenia: ha distribuido microcréditos por unos US$ 41 millones y cuenta con 235 mil socios. Desde sus comienzos en 1999, en los barrios dónde viven los grupos más postergados de Nairobi, fue extendiendo progresivamente sus actividades hacia distintas zonas rurales del país.
Bekerman dice que “a principios del año 2001 en la entidad se encontraron con que algunas personas estaban retrasándose con sus pagos. Las visitaron y encontraron que el 93 por ciento de ellas tenía una persona internada en el hospital. Entonces comprendieron que esta situación que generaba tanta vulnerabilidad era algo que tenían que resolver.”
“Consultaron con empresas aseguradoras de la salud pero les cobraban una cuota muy alta por afiliado, por lo que decidieron que la institución brindaría ese servicio en forma directa a un costo de 16 dólares por año. Esto lo hicieron por medio de una asociación con uno de los grandes hospitales de misiones en Nairobi”, precisó la investigadora argentina.
La exitosa labor que lleva adelante Jamii Bora, generando espacios y herramientas de inclusión social para personas en estado de indigencia y vulnerabilidad, se puede entender a partir de una las premisas que guía el accionar de Ingrid Munro: “el fin de la pobreza requiere romper reglas para lograr lo que otros asumen como imposible”.
Ingrid Munro |
La experiencia de Munro y la labor que lleva adelante Jamii Bora fue abordada por Marta Bekerman, docente de la Universidad de Buenos (UBA) e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet) en un reportaje que publicó este domingo el diario Página 12, de Buenos Aires.
El artículo hace hincapié en dos casos paradigmáticos, que ponen de manifiesto la labor que lleva adelante Jamii Bora y del valor de las microfinanzas para aquellas personas que desean construir su futuro con dignidad: el de una mujer, que integró el grupo de 50 mendigas que recibieron los primeros préstamos, que ahora tiene seis negocios y 62 empleados; y el de un ladrón, por entonces uno de los delincuentes más buscados de su barrio, que después de recibir un microcrédito de 20 dólares prosperó hasta engrosar su patrimonio con los cuatro negocios que posee hoy en día.
“Yo siempre sentí que los pordioseros eran el grupo al que menos atención se brindaba y que necesitábamos hacer algo para mejorar su situación. Es que los más desesperados son quienes más necesitan las microfinanzas y nosotros hemos demostrado que pueden manejarlas. Que no necesitan caridad, porque la caridad es una manera de mantener abajo a las personas”, explicó Munro.
Jamii Bora ha crecido hasta convertirse en una de las microfinancieras más grandes de Kenia: ha distribuido microcréditos por unos US$ 41 millones y cuenta con 235 mil socios. Desde sus comienzos en 1999, en los barrios dónde viven los grupos más postergados de Nairobi, fue extendiendo progresivamente sus actividades hacia distintas zonas rurales del país.
Bekerman dice que “a principios del año 2001 en la entidad se encontraron con que algunas personas estaban retrasándose con sus pagos. Las visitaron y encontraron que el 93 por ciento de ellas tenía una persona internada en el hospital. Entonces comprendieron que esta situación que generaba tanta vulnerabilidad era algo que tenían que resolver.”
“Consultaron con empresas aseguradoras de la salud pero les cobraban una cuota muy alta por afiliado, por lo que decidieron que la institución brindaría ese servicio en forma directa a un costo de 16 dólares por año. Esto lo hicieron por medio de una asociación con uno de los grandes hospitales de misiones en Nairobi”, precisó la investigadora argentina.
La exitosa labor que lleva adelante Jamii Bora, generando espacios y herramientas de inclusión social para personas en estado de indigencia y vulnerabilidad, se puede entender a partir de una las premisas que guía el accionar de Ingrid Munro: “el fin de la pobreza requiere romper reglas para lograr lo que otros asumen como imposible”.
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