Adriana Bottiglieri y Natalia E. Tamayo, creadoras del espacio Startup Dating (foto: Mundo Microfinanzas) |
(Mundo Microfinanzas) Dos llamadas a conectar y
tender puentes (entre personas; entre persona e idea; entre ideas y su
realización, entre otras combinaciones posibles) estaban destinadas, ellas
mismas, a conectarse.
Alguno de los muchos eventos que Buenos Aires ofrece
a emprendedores, resueltos a llevar a la práctica su proyecto de negocio, hizo
que los caminos de Adriana y Natalia, al fin, se entrecruzaran.
El resultado de la convergencia no se hizo esperar.
Startup Dating es, ¿cómo decirlo? Una idea simple, con una ejecución maestra.
A veces no es necesario inventar la pólvora. A veces
alcanza con tener un propósito claro, una comunicación eficaz y la perspicacia
para saber elegir quiénes habrán de acudir a la cita.
Startup Dating es, ante todo, eso, una cita. Un
encuentro de emprendedores, mentores y sponsors. De cuya alquimia siempre
surgen cosas. Desde la factibilidad de un negocio a una mirada distinta, e
inspiradora, de cómo encaminar o reenfocar un proyecto.
El segundo de estos encuentros ocurrió hace algunos
días en Carnal, un resto bar de Palermo Hollywood (Palermo es una “ciudad
dentro de la ciudad” y sus tantas sub-denominaciones responden al perfil
comercial que hayan acertado a dar sus vecinos… a veces también por el
marketing inmobiliario, claro). La convocatoria fue un éxito.
No faltaron los mentores, cuidadosamente invitados
según sus especialidades (finanzas, marketing, legal, tecnología…); no faltaron
los patrocinantes, interesados en posicionarse en este creciente segmento
socio-productivo; y por cierto no faltaron los emprendedores, alma y motivo del
encuentro.
Como editor de Mundo Microfinanzas -emprendedor al
fin-, fui invitado a inscribirme. Hice el registro de rigor y completé el breve
formulario. Al saber de la cantidad de inscriptos, y de los cupos limitados,
decliné el convite a favor de quienes pudieran tener mejores argumentos que los
míos. A cambio, ofrecí a Natalia y Adriana una conversación post-evento, para
luego publicar y difundir la experiencia.
Café Dating
Nos encontramos en un cafecito de la avenida Santa
Fe. El invierno ha empezado a hacerse sentir por estas latitudes.
Adriana Bottiglieri y Natalia E. Tamayo disimulan la
edad que se llevan -algunos años pero no muchos- detrás de una energética y una
capacidad de iniciativa en común.
Una se formó en literatura (lo que es decir: en
letras), otra en administración de empresas (lo que es decir: en números); una
argentina, otra colombiana; una adquirió experiencia profesional trabajando
para compañías privadas, otra viene con bagaje empresarial desde la universidad
y también por vía de su madre, exitosa emprendedora en su Armenia natal. Dos
hojas de vida diferentes. Una intersección afortunada.
“El éxito de la convocatoria fue resultado del boca
a boca. Hicimos algo de redes sociales, pero lo que funcionó fue sobre todo el
boca a boca. La verdad no pensábamos tener tantos inscriptos los dos primeros
días de la convocatoria”, confiesa Natalia.
“Nos ayudó también el hecho de que Buenos Aires
tiene un ecosistema de emprendedores activo, con algunas instituciones
importantes que están apoyando, incluyendo al gobierno local”, comenta Adriana.
El segundo encuentro de Startup Dating consistió en
una dinámica de presentaciones entre emprendedores y mentores. Cada emprendedor
tiene tres minutos para presentarle al mentor su proyecto, y el mentor tiene
cinco para hacerle una devolución desde su especialidad. Al zumbido de una
vuvuzela, las parejas se desarman y se forman otras nuevas.
“Es fantástico ver cómo a cada intercambio sucede
una perspectiva distinta del negocio que uno tiene en la cabeza. Cómo uno puede
ir modificando, ajustando o mejorando ideas ya concebidas”, dice Natalia.
Adriana comparte y agrega que escuchar a los
emprendedores también es muy inspirador: “Son muchas veces relatos de vida…
cada uno es una historia de intentos, aproximaciones, dudas… a veces de
frustraciones y bloqueos”.
El perfil de los emprendedores
Al fin y al cabo hacen un poco de casamenteras, en
una suerte de celestinismo empresarial, si se nos permite la analogía literaria.
Allanando caminos, emparejando Calistos y Melibeas
del universo startup de Buenos Aires, ellas van detrás del embrujo: concertar el impulso de un emprendedor, a veces obstinado, unidireccional,
y el saber de un mentor, capaz de poner en caja un proyecto y guiarlo mejor
hacia su materialización.
La mayoría de los 75 emprendedores que participaron
del segundo encuentro Startup Dating tienen algún desarrollo hecho.
Del perfil elaborado por las organizadoras, surge
que apenas el 4% está en proceso de desarrollar un plan o modelo de negocio. Un
31% calificó dentro de quienes ya han empezado a invertirle tiempo y/o dinero a
su iniciativa; un 44% ya ha desarrollado una versión beta del producto y
experimenta con algunos clientes; mientras que el 21% restante tiene su startup
ya funcionando y con clientes.
Una abrumadora mayoría, en tanto, aplica dentro de
la categoría Prestación de servicios (52%) o Sistemas y tecnología (40%); el
resto involucra Elaboración de productos (8%).
Como se ve, proyectos con alguna diversidad y
complejidad que han puesto a prueba la capacidad y repentización de respuesta
de los mentores.
Con tres años viviendo en esta ciudad, Natalia
concede que los argentinos pecan a veces de fantasiosos, que “vuelan alto” con
sus proyectos de empresa. Pero a la vez dice que eso es el mejor combustible
del emprendedor. Hay que creerse el deseo. Ir más allá, no quedarse en el
confort de lo ya conseguido.
En días de plena fiebre mundialista, ella pone el
ejemplo de la selección colombiana, a la que siguió con fanatismo durante toda
su participación en Brasil 2014: un equipo con mucho talento, al que sólo le
faltaba creer en su potencial.
También ofrece su propia historia de vida. De ver
desde niña progresar a su madre como vendedora, diversificando productos y
clientelas, pero siempre a domicilio.
“Siempre le digo que hay que instalar un local, que
así va a vender más y progresar más. Ella está conforme así”, nos dice.
“Networking” es una palabra que aparece en la
conversación. Pienso que estos anglicismos, más que como préstamos
lingüísticos, funcionan como palabras claves para designar nuevos modos de
relacionarse, de establecer contactos, de abrir espacios de “socialización
productiva”, digamos así.
Como ha dicho Adriana, Buenos Aires parece estar
encontrando un ámbito donde estas redes se expanden y germinan.
Al despedirnos nos golpea el vientito frío que anda
por la avenida.
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