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lunes, 20 de enero de 2014

Microfinanzas y mercados de capitales: riesgos y beneficios del salto bursátil

2014 puede ser un año de oferta pública inicial para IMFs
ávidas por nuevas fuentes de financiamiento

(foto: 401KCalculator.org bajo règimen Creative Commons

(Mundo Microfinanzas) Las instituciones de microfinanzas han tenido como principales fuentes de financiamiento a las agencias de cooperación internacional, gobiernos, entidades multilaterales, bancos de desarrollo y administradoras de fondos especializados. El desarrollo de la regulación, junto a la propia madurez de las instituciones, ha permitido que éstas puedan tomar depósitos y financiarse a través de la confianza del público. Solo en desarrollos ulteriores, y en condiciones muy precisas de mercado, algunas pocas han logrado, desde la primera década de este siglo, dar el salto a los mercados de capitales y financiarse a partir de inversionistas en las bolsas de valores.

Los rigurosos protocolos que imponen la comercialización y el escrutinio público han sido, en muchos casos, impedimento para que las IMFs se atrevan a dar el salto bursátil. Muchas de ellas incluso vienen de una historia ligada, si no a la informalidad, al menos a cierta dispersión institucional, con frecuencia atadas a escenarios operativos rudos, donde la profesionalización del gerenciamiento solo ha sido posible tras un lento y costoso aprendizaje.

Los contados casos que conocemos de microfinancieras que incursionaron en los mercados de capitales incluyen resonantes éxitos financieros, no exentos de polémica: para más de un comentarista, exponer a las microfinanzas a la ponderación de inversionistas animados por el lucro contradice el carácter inherentemente social de su misión (interesante y relevante, tal debate no es sin embargo objetivo de esta entrada). Los casos más conocidos son quizás los de Banco Compartamos (Gentera) en México y SKS en la India. Pero también se suman a este lote Bank Rakyat en Indonesia, Brac Bank en Bangladesh y Equity Bank en Kenia. En América Latina también ha sido el caso de Financiera Independencia, en México; la ONG Espoir, en Ecuador; Visión Banco, en Paraguay; y Banco Fie, en Bolivia.

2014, ¿será un año de preparación y lanzamiento comercial para IMFs ávidas de fortalecer su capital y expandir sus negocios?

Algunos indicios así lo muestran, al menos para el mercado latinoamericano. En Guadalajara, durante el Foromic 2013, el BID y la gestora de fondos BIM dieron a conocer la nueva versión del vehículo de financiamiento en moneda local Locfund (Locfund II), presentado como guía y soporte que allane a las IMFs su ingreso a los mercados de capitales locales. En el mismo marco del evento, el Fomin organizó el panel “Los mercados locales de capital, ¿el próximo desafío para las instituciones de microfinanzas?”, en el que se abordaron distintos aspectos de interés para aquellas instituciones que maduran su incursión bursátil. Participaron de este panel el consultor peruano Diego Cisneros, la consultora boliviana Carola Blanco, de Panamerican Securities Agencia de Bolsa, y Francisco Moreno, director ejecutivo de la ecuatoriana Fundación Espoir, además de Francisco Romano Smith, de Banamex, México, en carácter de moderador.

Apuntes para una planificación

Algunas de las puntualizaciones y recomendaciones hechas por los panelistas ayudan a dar una idea de cómo se concibe y cómo se planifica el debut en la bolsa, desde la óptica de una microfinanciera.

En primer turno, Cisneros subrayó que debe tratarse de un proceso de mediano plazo, producto de un planeamiento y una decisión estratégica consciente de la institución. La compañía tiene que tener además una cierta madurez y un esquema claro de gobierno que involucre a todos los grupos de intereses (stakeholders).

La institución además debe demostrar solidez y capacidad de control de todas sus variables, sin margen para sorpresas. El expositor peruano recalcó este aspecto de control y predictibilidad: “Si dices que vas a crecer 15 por ciento, no crezcas ni 30 ni 1 por ciento. Esa predictibilidad es algo que el mercado valora muchísimo”.

También se refirió a los distintos actores que intervienen en el proceso de emisión y que deben articularse armónicamente: inversionistas, agente estructurador, agente de colocación, asesor legal, regulador, calificadoras de riesgo. Y dentro de las etapas del proceso, dijo que la prospección es una instancia crítica, cuando los asesores financieros ayudan al marketing de la colocación.

Explicó que, como parte de la estrategia, se deben evaluar ventajas y desventajas del mercado institucional (fondos de pensiones, compañías de seguro, fondos de inversión) y el mercado retail. Dentro de las múltiples fuentes de financiamiento de una IMF, los mercados de capitales deben ser considerados como un financiamiento de mediano y largo plazo.

En la posventa, el consultor recomendó suma apertura, “tener la casa abierta”, alimentar al mercado con información permanente sobre desempeño financiero y marcha del negocio (“excepto la fórmula de la Coca Cola, reportar todo”, graficó).

Blanco, a su turno, caracterizó el financiamiento en la bolsa como un “traje a medida”, a diferencia del financiamiento tradicional que no necesariamente se empareja con la idiosincrasia de la institución.

Ella coincidió con el sentido estratégico que debe tener una salida a bolsa: “Salir al mercado es un evento, y hay que prepararlo como tal, como el cumple de 15 años de una hija”.

Distinguió también distintos perfiles de inversionistas. Los inversores institucionales tienen una lógica diferente a los inversores minoristas, entre los cuales hay unos más racionales (que bajan el prospecto y analizan en detalle toda la oferta), otros más intuitivos.

La consultora boliviana dijo que, si bien la primera emisión es la más costosa, luego sobrevienen las eficiencias. “Los beneficios valen el esfuerzo”, alentó.

Sobre la posventa: “Salgan a enamorar a los inversionistas, no se crean que el mercado se maneja con piloto automático”.

Moreno, en tanto, comentó la experiencia de la Fundación Espoir en la bolsa de Quito. Se trató de la primera ONG ecuatoriana en ingresar al mercado bursátil.

Si se considera que el público prácticamente no conocía a la organización, ni tenía alguna idea de las especificidades de su metodología de banca comunal, ni acaso entrever el significado de la bella palabra francesa de su nombre, el éxito fue más que rotundo. Su primera emisión en 2011 vendió todos los títulos y se hizo de US$ 8 millones en tres meses.

El golpe bursátil ayudó a resolver problemas en varios frentes: reducir el costo del financiamiento (“para reunir 8 millones de dólares necesitas cuatro o cinco financiadores internacionales”, ilustró Moreno), atenuar el impacto que podría tener en el patrimonio de la organización una posible desdolarización de la economía ecuatoriana; necesidad de contar con fondos nacionales en su estructura patrimonial; y contribuir al proceso de transformación hacia una institución financiera regulada.

“Logramos que nuestros inversores confíen en nuestra misión”, aseguró el directivo ecuatoriano.

Los títulos se vendieron tan rápidamente que incluso terminaron generando un problema de exceso de liquidez. Y la fundación debió incrementar su trabajo operativo, pues lo que se titulariza es una cartera de microcrédito que, al trabajar con el corto plazo, obliga a reemplazar constantemente pagarés que respalden esos títulos.

A los dos años, una segunda titularización de Espoir volvió a recaudar US$ 8 millones en cuatro meses. La expectativa expresada por el panelista sólo se vio ensombrecida por particularidades que atribuyó al mercado ecuatoriano, donde se discuten cambios regulatorios para el mercado de valores, con mayor intervención del gobierno y la incertidumbre de si una ONG podrá seguir emitiendo títulos.

Los panelistas coincidieron en alertar sobre el riesgo de una salida fallida, un tropiezo en el Día-D del lanzamiento público: “Uno asume un compromiso que va más allá de la institución; el riesgo del posible efecto negativo puede ser contagioso para el resto de la industria”.

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