Guido Zack, con la Gran Vía de fondo: "En América Latina, una crisis como la de España significaría mucha gente perforando la línea de la pobreza" (Foto: Mundo Microfinanzas) |
Guido
Zack luce tal vez algunos años menos de los 30 que tiene, pero con un modo de
hablar muy preciso y controlado, como si hubiese dedicado toda una vida a
conferenciar. Desde hace unos años está radicado en España, como investigador
del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Ielat), de la Universidad de Alcalá
de Henares (UAH). Y es interesante notar en su palabra esa doble mirada, la de
su origen argentino y latinoamericano por un lado, y la del economista investigador
en una universidad española por otro. Aunque esa doble perspectiva le acarree
por momentos alguna vacilación gramatical.
Lo
conocimos en diciembre en Quito, en ocasión de una conferencia sobre políticas
públicas e inclusión financiera organizada por el Banco Central del Ecuador
(BCE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Allí expuso sobre el
desencadenamiento de la crisis financiera en España y planteó la idea -contraintuitiva,
si se quiere- de que la inclusión financiera, bajo ciertas condiciones, puede
ser algo malo.
Semanas
atrás Mundo Microfinanzas pudo entrevistarlo en Madrid, café por medio, con un
clima social tenso, perceptible en las plazas, en algunos rostros, en improvisados
carteles que cuelgan de algunos balcones, en las fracciones de charla que uno
puede captar caminando por la calle. La crisis en España vuelve a ser tema
convocante, pero sus conexiones con América Latina siempre están presentes.
Explícitas o tácitas, por exceso o defecto. Guido deja entibiar su capuchino y nos
ofrece su perspectiva, enriquecida por el aquí y por el allá.
MMF:
Recuerdo tu exposición en Quito. Allí vos propusiste la idea de la inclusión
financiera como un concepto que hay que debatir, cuestionar, y que no siempre
hay que darlo por sentado como concepto en sí benéfico. Me gustaría que
retomemos esa línea y avances un poco sobre esa idea.
Guido
Zack: Sí, en realidad la idea que quería presentar en Quito, viniendo desde
España y yendo a un seminario prácticamente latinoamericano, es que España es
un país que tiene una inclusión financiera importante, pero que esa inclusión
financiera por sí sola no basta. Sin educación financiera, incluso genera
efectos contraproducentes. Es decir, uno quiere inclusión financiera para que
la gente tenga acceso a los servicios financieros, para que en los momentos que
tiene un excedente de ingreso tenga la posibilidad de ahorrar. Incluso que
pueda pedir prestado cuando sus gastos son más altos que sus ingresos. No me
refiero necesariamente a gastos de consumo. A lo mejor para una inversión, un
proyecto productivo… Entonces, la inclusión financiera permitiría a la gente
mejorar su bienestar, estabilizar su consumo, ahorrar y tener un rendimiento
por ese ahorro. Pero ¿qué pasó? Yo quería dejar en claro que la inclusión
financiera por sí sola no basta, porque América Latina es una región cuya
inclusión financiera no está tan desarrollada como en España. Mostraba cómo los
indicadores de inclusión financiera en España eran mucho más elevados que en
muchos países de América Latina. Y bueno, lo que sucedió es que esa inclusión
financiera en España no vino acompañada de educación y hoy, lo que vive España,
es una crisis de sobreendeudamiento originalmente privado. Hoy el sector
público también está bastante endeudado, sobre todo por la política
contracíclica que desarrolló a partir de la crisis. Pero en el momento del
estallido de la crisis el estado tenía un nivel de deuda bajo, de 35 puntos del
PIB, mientras que el sector privado tenía una deuda que representaba 200 puntos
del PIB. Evidentemente, estaban endeudados por encima de lo que iban a poder
pagar una vez que la burbuja inmobiliaria estallara. Der ahí que, como concepto
global, en España hubo un proceso de inclusión financiera muy importante que no
fue acompañado por un proceso de educación financiera ni por el lado de los
clientes ni por el lado de las instituciones financieras, que no sólo
permitieron sino que además fomentaron el sobreendeudamiento de las personas.
También con una lógica muy perversa del sector financiero, al menos hasta 2008
y posiblemente en la actualidad también, del rendimiento de corto plazo y de no
tener en cuenta las estrategias de riesgo de las instituciones. Me refiero
básicamente a las retribuciones a los empleados del banco por los bonos de fin
de año. Lo que les convenía era que la gente se endeudara: que se endeuden y
así obtener un beneficio para el banco. Si al año siguiente no podían pagar, no
les iban a quitar el bono de ese año. Ese año ya habían cobrado el bono y no se
los quitaba nadie.
MMF:
¿Digamos que ahora habría que hacer un camino regresivo? ¿Un volver atrás,
poner énfasis en la educación y repensar la bancarización y el uso de los
servicios financieros?
GZ:
En parte sí. La marcha atrás te la va dando la dinámica económica misma. Hoy
por hoy la morosidad en España está llegando al 10 por ciento. Eso hace que
mucha gente que tenía acceso a servicios financieros ya no los tenga. Evidentemente
eso no es positivo. Lo positivo hubiera sido avanzar con la educación, sin
retroceder con la inclusión. El problema del retroceso de la inclusión
financiera es un hecho que es muy difícil de revertir. Sólo se va a revertir
cuando mejore la situación económica. Pero paralelamente a eso sería deseable
que se avance sobre la educación financiera porque en algún momento, tarde o
temprano, el ciclo se va a revertir y España va a volver a crecer. Y además
España sigue teniendo un nivel de inclusión financiera muy importante.
Entonces, sería esencial agarrar el problema a tiempo y empezar hoy con temas
de educación financiera. El problema es que ahora no hay presupuesto, así que
difícilmente se planteen este desafío.
MMF:
En Quito mencionaste el programa de educación financiera en España. ¿El
problema es que no fue oportuno?, ¿se inició cuando el problema del
endeudamiento ya estaba desatado?
GZ:
Exacto, el plan de educación financiera fue 2008-2012. Evidentemente el
problema de la educación financiera en algún momento se lo plantearon. Alguien,
como mínimo en 2007, o antes también, pensó este problema. Pero está claro que
fue tardío. Lo óptimo hubiera sido que, a medida que la inclusión financiera
avanzaba, la educación acompañe. E incluso que la educación financiera fomente
la inclusión y no al revés. Lo óptimo hubiera sido proporcionar educación
financiera a la gente -que quizás ni siquiera tenía pensado estar incluida en
el sector financiero- y, a partir de esa educación, iniciar el camino de la
inclusión. O sea, que se incluyan ya educados.
MMF:
Desde la perspectiva de las familias españolas, de los particulares, ¿cuáles
fueron las principales malas decisiones financieras?
GZ:
Es un poco difícil esa pregunta porque la situación económica en España cambió
radicalmente. Si bien mucha gente alertaba acerca de la burbuja inmobiliaria,
ni siquiera el sector público se hizo eco de esas alertas. Por lo tanto, menos
aún se puede esperar que lo hicieran las familias. Lo cierto es que los hogares
se sobreendeudaron con la idea -lógica, por cierto- de que ellos iban a seguir
teniendo el mismo ingreso que tenían hasta ese momento y que incluso iba a ser
mayor. Creo que es algo que pretendemos casi todos: que nuestros ingresos al
menos se mantengan. Pero bueno, había un 8 por ciento de desempleo, hoy estamos
en 26 por ciento. Los salarios han bajado, los ingresos por lo tanto también. Y
gran parte de las deudas fueron impagables.
MMF:
¿Las decisiones más desacertadas pasaron entonces por las inversiones
inmobiliarias?
GZ:
Bueno, sí. Mucha gente tomó créditos hipotecarios. Con el agravante además que,
en Europa, los créditos hipotecarios no sólo se respaldan por el colateral, que
es el bien hipotecario, sino también con los ingresos. Para dejarlo en claro:
en Estados Unidos, si uno toma un crédito hipotecario, supongamos para la
compra de un piso de 100 mil dólares, el banco te da 80 mil y el resto lo pone
uno de su bolsillo. Bien, si esa vivienda, al estallar una burbuja inmobiliaria,
pasa a valer 50 mil dólares -como pasó en Miami, por ejemplo, que los precios
de los pisos bajaron un 50 por ciento- el propietario puede dejarle las llaves
al banco y la deuda queda saldada. En cambio en Europa, si uno toma un crédito
por 80 mil, por un piso que valía 100 mil, y que dos años después vale 50 mil,
uno devuelve las llaves pero todavía debe 30 mil y tiene que responder con su
propio bolsillo. Entonces, ¿qué sucede? La gente, con la ilusión de una
vivienda propia, se mete en un crédito hipotecario y dos años después no sólo
no tiene vivienda propia sino que además tiene una deuda de 30 mil euros. Y
posiblemente se han quedado sin trabajo o les bajaron el sueldo y no tiene más
ingreso que un seguro de desempleo… En fin, historias muy conocidas hoy en
España. No nos olvidemos que en España a fines del año pasado tuvieron que
frenar los desahucios, los desalojos, porque había empezado a haber suicidios. Varios
suicidios, no un caso particular. Esas personas tenían su vivienda, tenían su
trabajo y de pronto no sólo pierden su trabajo, sino que pierden su vivienda y
aún así les están exigiendo el pago de 30 mil, 50 mil euros… Respondiendo más
concretamente a la pregunta: sí, creo que fue un error de la familia meterse en
créditos que no podían pagar. Pero con esto no estoy culpando a las familias
por haberse sobreendeudado. Porque esas mismas familias en el momento que toman
el crédito tienen los ingresos suficientes. Uno puede pensar que la situación
económica puede ir peor, pero en términos generales espera que la situación
personal al menos se mantenga. Es un tema difícil. Pienso que la regulación hay
que dejarla en manos del sector público y no podemos pretender que el sector
privado se autorregule, tanto desde las instituciones financieras como desde
los agentes. Uno puede tener políticas públicas tendientes a evitar el
sobreendeudamiento privado. No puede pretender que los privados sepan de
economía, sepan el impacto que va a tener la burbuja en la economía en general
y en su economía en particular, uno no puede pretender eso. Entonces sí, hoy “con
el diario del lunes”, sí, fue un error de las familias la toma del crédito
hipotecario. Pero en el momento, es comprensible la actitud. No es un comportamiento
que uno pueda considerar como irracional e irresponsable.
MMF:
¿Y a tu juicio cuál ha sido el grado de compromiso y responsabilidad de las
instituciones financieras en la generación de esta situación?
GZ:
Hay varios puntos donde son responsables, con la complicidad del sector público.
Porque fue el sector público, por ejemplo, el que estableció regulaciones que
permitieron estas prácticas. El sector financiero cambió su lógica en los años
previos a la crisis. El sector financiero fue desde una lógica de tomar
depósitos del público para luego prestar ese dinero y mantener ese activo en su
balance, ganando con la diferencia del tipo de interés, a un modelo en el cual
en lugar de mantener en cartera ese activo lo que hacían era titulizarlo y
revenderlo en el mercado, para obtener más liquidez y poder volver a prestar.
Con lo cual se pierde el incentivo a medir con precisión el riesgo de crédito
de la contraparte, porque después de todo el activo no va a permanecer en el
balance de la institución financiera. ¿Con qué lógica? Con la lógica de que, si
diversificamos la cartera, el riesgo desaparece. Es cierto, el riesgo es
diversificable. Casi todos los riesgos son diversificables. Pero hay un único
riesgo que no lo es, que es el riesgo sistémico. Eso te lo dice la teoría
financiera desde sus inicios. Entonces es una falacia que, por caso, una
institución asiática tituliza todos sus activos y que, al tener hipotecas de
Estados Unidos, de América Latina, del mismo Asia, de Europa, y además no sólo
hipotecas sino también otros tipos de activos productivos, no productivos,
entonces no tiene riesgos. No. En 2008, después de la quiebra de Lehman
Brothers, todas las bolsas del mundo recortaron a la mitad sus valores. Eso es
riesgo sistémico, por definición no diversificable e imposible de hacerlo
desaparecer. Por otra parte, lo que hablábamos antes de las políticas de riesgo
de las instituciones financieras. Cada institución tenía su política de riesgo
pero no la transmitía correctamente a sus empleados. Quizás discursivamente sí,
no lo sé. Pero no con los incentivos. Lo que hablábamos antes de los bonos… Eso
hace que lo que pretende el empleado de la institución financiera, quien
después de todo es el que aprueba o no un crédito, es el máximo beneficio sin
evaluar el riesgo. Así que, si uno pretende el máximo beneficio sin evaluar el
riesgo, se sabe en términos generales que a mayor beneficio, mayor riesgo,
entonces no tenían problemas en invertir en proyectos muy riesgosos, porque
eran posiblemente los que le iban a dar mucha rentabilidad y bonos muy
importantes. Y acá hay algo muy interesante: los bonos están atados a la
rentabilidad, no al riesgo. Y tampoco a la rentabilidad de largo plazo, sino a
la de corto plazo. A un empleado de una institución financiera, bajo la lógica
de este pago de bonos, la volatilidad lo beneficia. ¿Por qué? Porque si un año
gana mucho dinero, va a recibir un bono muy importante. Y si al año siguiente
pierde mucho dinero, no le van a sacar el bono. Le darán un bono igual a cero,
pero lo que ganó el año anterior no se lo quita nadie. En lugar de tener un
bono de 10 todos los años, tiene un bono de 100 un año y cero al siguiente.
Pero en el medio las instituciones financieras ganaron mucho un año y perdieron
mucho al año siguiente, poniendo en jaque al sistema internacional de pagos y a
la economía en su conjunto. De algún modo las instituciones financieras
compartieron sus beneficios con sus empleados, sin compartir sus pérdidas.
MMF:
Y el hecho de que en España hayan intervenido mucho las cajas, que se supone
son instituciones con más arraigo popular, que tienen un carácter más social,
solidario, ¿esto agrava la situación?, ¿agrava la consideración del problema?
GZ:
El tema de las cajas en España es complejo. Porque las cajas, no todas, pero sí
muchas, estaban muy politizadas. Entonces muchas veces no siguieron la lógica
social que se supone tienen que tener, sino que siguieron una lógica de
prebendas y de amiguismo político. De hecho, las cajas estuvieron mucho más
expuestas al sector inmobiliario que los bancos tradicionales. Con esto no
quiero decir que estoy en desacuerdo con la lógica de las cajas. La lógica de las
cajas está muy bien. El problema fue la puesta en práctica. La verdad es que
sí, es un agravante… Desde el lado de las microfinanzas, por ejemplo, o desde
la posición de un sector financiero algo más social, el fracaso de las cajas es
algo decepcionante. Es decepcionante porque se suponía tenían una lógica
social. Y ese concepto fracasó. Es un caso similar, salvando las distancias,
con el estado de bienestar europeo. Que haya fracasado el estado de bienestar
europeo no es, necesariamente, porque el estado de bienestar europeo estaba
mal. Posiblemente el estado de bienestar europeo está bien -y yo estoy
convencido de que está bien-. El problema fue que la implementación en algunos
casos dejó bastante que desear.
MMF:
Varios países de América Latina están avanzando en sus procesos de inclusión
financiera. ¿Qué lecciones deberían apuntar a partir de la crisis española?
GZ:
Bueno, la palabra “lección” es una palabra fuerte que ya desde América Latina están,
estamos, algo cansados y creo que es correcto. Yo creo que, más que “lección”,
es qué aprendizaje puede sacar América Latina. Bueno, lo que hablamos antes,
que una educación financiera sin educación es peligrosa. Y que si muchos países
en América Latina están avanzando en inclusión financiera, lo cual es algo
importante y positivo, deberían acompañar este proceso a través de una
enseñanza acerca del buen uso de la inclusión financiera, para evitar los
problemas que se dieron en España de sobreendeudamiento. En América Latina, más
que en España, una situación similar significaría mucha gente perforando la
línea de pobreza. España, dentro de todo -no quiero minimizar el problema, en
absoluto- partía de una situación mucho mejor que la de cualquier otro país
latinoamericano. Una situación similar en América Latina significa millones de
personas pobres. Creo que se está a tiempo de acompañar la inclusión financiera
con educación.
MMF:
¿Y respecto a lo que planteabas de los incentivos al personal?, ¿qué
aprendizaje se puede apuntar?
GZ:
Respecto a los incentivos… Está muy bien la pregunta porque de hecho me quedé
pensando en algo que dije. Yo dije que las instituciones financieras compartían
sus beneficios con los empleados y no sus pérdidas. Con esto no quiero decir
que las instituciones financieras deberían compartir sus pérdidas, nada de eso.
Los empleados son empleados y deberían cobrar un sueldo. Y si a la empresa le
va mal, es un problema de la empresa. Lo que sí creo es que los incentivos
deberían ir no sólo por el lado del beneficio sino también por el riesgo. O
eventualmente del beneficio de largo plazo, que es un concepto similar. En
América Latina las instituciones han estado mucho más reguladas por años y años
de crisis financieras, pero desconozco si tienen una buena política de
incentivos al interior de la compañía. De cualquier manera, sin lugar a dudas,
una de las enseñanzas de la crisis es la necesidad imperiosa de generar
incentivos adecuados para que los empleados de la institución sigan la política
de riesgos que estableció la directiva de la empresa. Luego, se debería esperar
que esa política de riesgos sea coherente, pero ese ya es otro tema.
MMF:
La última pregunta tiene que ver con tu inquietud de investigación actual
relativa a la gestión de políticas públicas, fiscales, teniendo en cuenta los
ciclos de la economía, ¿cómo vincular esto con la inclusión financiera y la
pertinencia de esto para lo que significan las microfinanzas?
GZ:
Mi campo de investigación principal y global son las políticas de
estabilización del ciclo económico. Esto abarca políticas fiscales, políticas
monetarias y, dentro de este globo, hay un subconjunto que pueden ser las
microfinanzas. Las microfinanzas son un instrumento para que la gente de
menores recursos y más vulnerable, un sector al que yo creo que la política
pública tiene que prestar especial atención, por razones obvias, ¿no?, pueda
mejorar su bienestar. Las microfinanzas permiten que estas personas mejoren su
bienestar a través de una estabilización de su consumo. Lo que hablábamos
antes: el buen acceso, el acceso con educación a los servicios financieros
permite generar un ahorro en los tiempos buenos, aun en magnitudes pequeñas. Un
pequeño ahorro en un hogar pobre seguramente es mucho más importante que un
gran ahorro para un hogar de clase media, ni siquiera hablemos de clase alta.
Muchas veces está la idea de que las clases bajas no ahorran y es una idea muy
errónea. Si las clases bajas no ahorraran, posiblemente no subsistirían. Es
mucho más importante el ahorro en las clases bajas, porque sus ingresos son
mucho más volátiles e inestables. Entonces, si no generaran ahorro, en los
momentos malos se la pasarían sin comer, directamente. Y la inclusión
financiera con educación financiera, y las microfinanzas, lo que permiten es,
por un lado, generar este ahorro, fomentar este ahorro, dar un buen uso y
alguna rentabilidad a este ahorro y, por otro lado, permiten un acceso al
crédito en los momentos que las cosas quizás no marchan tan bien y así, o bien
mantener el nivel de consumo, o bien emprender algún desarrollo productivo que
pueda incluso emplear a esa persona y hacerla progresar en la escala social.
Las microfinanzas aportan a las políticas de estabilización, colaboran con esas
políticas en estabilizar y mejorar el ingreso de las poblaciones más
vulnerables que son el objetivo principal -a mi modo de ver- de toda política económica.
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