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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Objeciones macro al Microscopio


(Mundo Microfinanzas) Sorpresa, irritación y algo de estupor fueron las reacciones que llegamos a percibir en Guayaquil, tras la presentación del Microscopio Global 2014, en el marco del reciente Foromic.

“Sin comentarios”, fue la lacónica -e irónicamente risueña- respuesta de un importante ejecutivo de una IMF boliviana, cuando Mundo Microfinanzas lo consultó una vez conocidos los resultados del nuevo informe elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU). “La verdad es que estamos sorprendidos: no esperábamos tantos progresos en un solo año”, nos reconoció, a su vez, un alto directivo de Chile, país que escaló del 19° al 4° lugar.

Como se dijo en la presentación, y lo reflejamos oportunamente en otro post, el Microscopio ha modificado sus metodologías y ha ampliado su espectro de análisis. Se sugiere cautela. El informe ya no mide un entorno de negocios para ciertos productos microfinancieros, sino toda una infraestructura al servicio de la “inclusión financiera”. Con indicadores que comprenden desde la existencia o no de estrategias nacionales que explícitamente aborden la inclusión financiera, regulación para una variedad de productos y servicios que incluyen agentes bancarios y pago electrónico (además del crédito, ahorro y seguro), mecanismos de protección al cliente y resolución de quejas, requisitos para entidades no reguladas, entre otras innovaciones.

Al amplio abanico de indicadores y subindicadores del nuevo Microscopio debe agregarse el controversial “Factor de ajuste”, una innovación que trajo la edición de 2011 y que evalúa la estabilidad política de un país, así como su exposición a “conmociones” que puedan afectar la prestación financiera. Desde luego, se trata de un indicador que condensa un alto grado de subjetividad y sesgo ideológico.

Desde su lanzamiento en 2008 como proyecto piloto, en el marco del 10º Foromic en San Salvador, el Microscopio parece estar encontrando una metodología, un objeto y sus contornos cada vez más complejos. Aunque, por más sofisticación de variables y terminologías, el propósito de sus analistas no se ha modificado: medir la mayor o menor hospitalidad de un país hacia innovaciones financieras orientadas a la población de bajos recursos, desde una perspectiva prioritaria de mercado.

Todos esperamos con alguna ansiedad, en el último día de los Foromic, los resultados del Microscopio. Además del interés en sí, los rankings despiertan siempre esa sensación de vértigo morboso, de qué tan alto podemos escalar, qué tan dura puede ser la caída, si avanzamos o nos estancamos, quién mejora a expensas de cuál otro. La industria, primero en América Latina, luego a nivel global, lo ha adoptado como un instrumento y como guía. Pero no hay que pedirle al Microscopio más de lo que el Microscopio puede dar.

Como todos los rankings o índices, el Microscopio conlleva también un factor disciplinador. Instituye premios y castigos. Perú se mantiene desde 2009 como el país del mundo con “mejor entorno” para este negocio. Indudables méritos deben corresponder a Perú en la creación de reglas de juego propicias para las finanzas a escala micro. Pero lo que revela la persistencia del liderazgo es, ante todo, su apertura y sensibilidad hacia aquellas innovaciones de políticas que tienen la cancha marcada por los agentes principales del mercado (el chiche nuevo parece ser hoy el encolumnamiento detrás de una “Estrategia Nacional de Inclusión Financiera” patrocinada, curiosamente, por fundaciones internacionales y agencias de cooperación internacional) y la abstención frente a medidas que puedan ser consideradas intervencionistas o “distorsivas”, como los topes a las tasas de interés o la fijación de porcentajes mínimos de cartera para el crédito a la producción.

Fetiche y relevancia

Un buen ejercicio sería contextualizar los hallazgos del Microscopio a la par de otros índices que miden un sentido más amplio de la inclusión. En definitiva, la inclusión -y no sólo la inclusión financiera- es lo que en verdad nos preocupa. Una mirada centrada en la transaccionalidad financiera, desentendida del conjunto de políticas macro, nos situaría en un borde analítica y éticamente riesgoso. El interrogante que importa aquí es, ¿cómo posicionar la especialidad?; ¿cómo construir instrumentos de utilidad técnica sin caer en el tecnocratismo y el fetichismo?

En el mes de septiembre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer un informe donde se mide por quinquenios la calidad y el carácter inclusivo del crecimiento de países en desarrollo. El índice incluye variables macroeconómicas e indicadores sociales como la salud y la educación, así como conceptos vinculados a igualdad de oportunidades, protección del empleo y disminución de la pobreza. Para el último quinquenio medido (2005-2011), un país obstinadamente relegado por el Microscopio, como Argentina, aparece en el 3º lugar, con 0,830 puntos (similar al Coeficiente de Gini, este índice muestra un mejor desempeño cuanto más convergente sea a 1) detrás de Bulgaria (0,843) y China (0,842). Perú (0,778) se ubica en la posición 13º; Filipinas -tercero en el Microscopio 2014 y habitualmente país mimado por el EIU- aparece en el índice del FMI en posición 40º (0,709).

Veamos un segundo ejemplo: el Índice de Inclusión Social 2014, publicado por la revista Americas Quarterly, de la Americas Society/Council of the Americas (AS COA), de alcance continental, ubica a Uruguay, Argentina y Costa Rica, en ese orden, en la clasificación general (en el Microscopio 2014, estos tres países ocupan las posiciones 14º, 41º y 42º, respectivamente). Los tres obtienen mejor puntaje incluso que Estados Unidos, en cuarto lugar. La medición de la Sociedad de las Américas hace un seguimiento del respeto a una gama de derechos (vivienda digna, educación, empleo formal, igualdad de género y raza, participación política, etc) junto al acceso a los mercados. Lo interesante es que uno de los ítems medidos es “Inclusión financiera”. En este ítem específico, diferenciado según género, Estados Unidos ranquea en primer lugar (91,98% varones, 84,07% mujeres), seguido por Brasil (61,10 y 51,02) y Costa Rica (60,20 y 40,66); el resultado más pobre se registra en Nicaragua (15,10 y 12.82), mientras que Perú se ubica entre los más débiles en inclusión financiera (23,45 y 17,56).

Por cierto que esta medición carece del nivel de sofisticación técnica del Microscopio, pero, otra vez, ¿qué ocurre cuando integramos resultados de inclusión financiera en un cuadro social más amplio?; ¿qué pasa cuando al comparar índices de inclusión financiera con índices más abarcadores de acceso a derechos vemos que los buenos en uno pueden ser malos en otro y viceversa? Se podrá argumentar que no hay comparatismo posible, que se trata de instrumentos diferentes, que miden cosas diferentes. Pero, en ese caso, también debería admitirse la duda sobre la relevancia del instrumento. (Aclaremos que la comparación se propone con índices elaborados por el FMI y por una organización estadounidense fundada en 1965 por David Rockefeller: no por organizaciones chavistas).

Metáfora recurrente, pero siempre efectiva: que el árbol de la inclusión financiera no nos distraiga del bosque de la inclusión.

Referencias

Microscopio Global 2014. Análisis del entorno para la inclusión financiera (The Economist Intelligence Unit, con el apoyo del Fomin, CAF, Centro para la Inclusión Financiera de Acción y Citi Microfinance, 2014)

A Quality of Growth Index for Developing Countries: A Proposal (IMF Working Paper 14/172, Departamento Africano, por Montfort Mlachila, René Tapsoba y Sampawende J. A. Tapsoba, septiembre 2014)

Índice de Inclusión Social 2014, en Americas Quarterly (Verano 2014, Vol.7/Nº3, AS COA, por Rebecca Bintrim, Wilda Escarfuller, Christopher Sabatini, Alana Tummino y Adam Wolsky)

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