Martín Grandes, coautor del estudio que ha revelado gran demanda potencial de microcrédito en Argentina (foto: MicroDinero) |
(Textos
recobrados de MicroDinero) La Escuela de Negocios de la Universidad Católica
Argentina (UCA) acaba de presentar el informe La demanda de microcréditos en la Argentina: nuevas estimaciones. El estudio actualiza al sector con datos
demográficos y socio-económicos respecto a la demanda potencial de
microcréditos en el país y detecta un número significativamente alto de
demandantes: de 660.901 a 909.685 individuos, según el rango de ingresos.
La
investigación, que utiliza datos del Observatorio de la Deuda Social en
Argentina 2010, de la UCA, fue presentada el pasado 26 de octubre en el marco
de una conferencia por el director del Programa de Investigación Aplicada de la
Escuela de Negocios, Martín Grandes, junto a un panel integrado por la
investigadora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Marta Bekerman; el
investigador del Observatorio de la Deuda Social, Eduardo Donza, y la directora
ejecutiva de la Red Argentina de Instituciones de Microcrédito (Radim),
Florencia Montes de Oca.
MicroDinero
dialogó con el Prof. Grandes -coautor del informe junto con Milagros Satorre-
sobre algunas conclusiones que arroja el trabajo.
MicroDinero:
Como para poner en contexto, ¿cómo se integra la investigación en la encuesta
del Observatorio de la Deuda Social?
Martín
Grandes: El Observatorio de la Deuda Social Argentina colaboró con el proyecto.
Es un centro de estudios que monitorea básicamente problemas sociales en
Argentina, como la pobreza, y ya lleva siete años haciendo la encuesta, que ha
ido ampliando paulatinamente su muestra hasta llegar a 5.682 hogares en los
principales aglomerados del país. El Observatorio facilitó la base de datos y
nos asesoró sobre las preguntas para el bloque de inclusión financiera y en
todo el proceso de investigación y análisis de datos.
MD: ¿Cómo
surge la idea de incluir un ítem sobre inclusión financiera?
MG: Surge a
partir de dos hitos. Uno es que la Escuela de Negocios, en su Programa de
Investigación Aplicada, tiene por objeto estudiar la demanda de microcréditos
actual y potencial. Entonces, al necesitar información de población, de una
muestra, tuvimos que decidir si hacíamos una encuesta propia o usamos otra
encuesta. Y nos encontramos con la riqueza de la información del Observatorio.
Ese es el primer hito: la detección de un tema de investigación muy relevante
para el sector público, para el sector de las microfinanzas, para el sector
académico. Desde el año 2005 y 2006 no se conocía nada de esto. Los últimos
estudios datan de esa fecha. Son estudios parciales, muy focalizados en
regiones, o que extrapolan información de la Encuesta Permanente de Hogares,
que hoy en día lamentablemente ya no son muy confiables, menos en estos
aspectos referidos al desempleo, la pobreza, los ingresos.
El otro
hito es que la propia encuesta de la Deuda Social reconoce que no tiene un
bloque donde se analice la propensión a tomar un crédito, la fuente de ese
crédito, los montos, el destino del crédito, entonces hay un interés de nuestra
contraparte, el Observatorio, por incluir este bloque. Bloque que es diseñado
en la Universidad con el asesoramiento de profesionales del sector,
particularmente de la Red Argentina de Instituciones de Microcrédito y de una
co-autora, junto a mí, de un paper anterior, Ana Martiarena, que plantea
metodológicamente este bloque y esta necesidad de relevar información y
suministrarla a los sectores interesados para que tengan una idea de dónde
están parados respecto a la demanda. Entonces, estos dos hitos marcan un poco
el comienzo. La necesidad de generar un grado de investigación en la Escuela de
Negocios, a mi cargo, y empezar a caracterizar este fenómeno y su demanda
potencial. Y por otro lado, del lado del Observatorio, la vocación de fomentar
el trabajo interdisciplinar, de descubrir otros fenómenos resultantes de la
propensión del individuo encuestado frente al sistema financiero, algo de lo
que adolecía la encuesta. Sólo tenía dos preguntas referidas a si la persona
tenía una tarjeta de crédito y si disponía de una cuenta bancaria. A eso se
limitaba todo lo que era inclusión. Ahora se puede saber si es crédito de
consumo o vivienda y se puede saber las razones por las que un individuo toma o
tomaría un microcrédito, y especialmente por qué no tomaría. Esperamos sostener
este trabajo y ver un segundo informe en 2012 para seguir monitoreando el
fenómeno. Y lo que tiene de valioso y peculiar, es que uno puede ver hogar por
hogar, uno puede usar la microdata y ver las características del hogar en su
integralidad. No sólo ver sexo, ocupación, informalidad o nivel de ingresos,
sino también mirar otras cosas: movilidad inter-generacional, aspectos psicosociales,
y eso correlacionarlo con aspectos de inclusión financiera: por ejemplo ver la
mayor o menor capacidad para endeudarse según grados de educación que hayan
alcanzado diferentes generaciones dentro de una familia.
MD: Del
cuadro que presenta el estudio hoy, ¿cuáles son las cosas que destacarías o que
te parecen más interesantes?
MG: Yo creo
que lo más llamativo es el número. Es que calcula en un rango, un número
potencial de demandantes de microcrédito, definiendo y categorizando este
sujeto de microcrédito como un individuo de bajos ingresos, aproximadamente uno
o dos salarios mínimos como criterio definitorio. En segundo lugar, el hecho de
que estas personas, el 85%, son informales, lo cual indica que no pagan ningún
aporte jubilatorio, no tienen obra social, no tienen capacidad de acceder a un
seguro de desempleo si quedaran desempleados. El 85% de esta población responde
que tomaría un crédito, y el crédito que tomaría entra dentro de la categoría
de microcrédito (porque es un individuo de bajos ingresos, informal, mayormente
cuentapropista). Ese sería un hallazgo que corrobora la realidad que las
instituciones del sector encuentran. Lo cual es un problema, porque la
informalidad genera mayores costos para los préstamos, carga adicional de
impuestos… Y cómo salir de la informalidad es un gran tema, es un tema de
desarrollo económico. Pienso que el tema de la salida de la informalidad, no
sólo en Argentina sino en general en el mundo subdesarrollado, en el mundo en
desarrollo, es un tema de políticas sociales. Es darle al individuo las
capacidades para desarrollarse como ser humano y para poder tener un progreso
material y condiciones humanas de vida. Entonces estos microcréditos pueden ser
una condición necesaria pero no suficiente para ayudar al individuo a salir del
vínculo vicioso de la informalidad, pobreza, bajos ingresos y reproducción en
el tiempo de ese esquema a nivel familiar.
Otro
aspecto destacado es el destino. Definimos microcrédito de una manera un poco
más laxa como lo hace Naciones Unidas, incluso trabajos anteriores de la
Fundación Andares o del PNUD. Nosotros definimos un microcrédito también como
de consumo o de refacción de vivienda. Y eso es importante, porque si no se
deja al margen una población que está pidiendo o solicitando montos de dinero
para comprar un televisor, una heladera, un teléfono, una cafetera y por otro
lado para que refaccionen o mejoren sus viviendas. Esto lo vamos a poder
detectar de manera separada en la encuesta del 2011. Ya la primera información
que tenemos es que un 70% de los que responden dicen que demandaría un crédito
para consumo o vivienda. Yo estimo que esa cantidad se va a repartir más o
menos en partes iguales: los que dicen vivienda y consumo. 2010, cuando se hizo
esta encuesta, fue un año bastante particular. Hubo mucho consumo en la
Argentina y yo creo que está sesgado por eso, por el ciclo económico. La gente
en la conferencia estaba preocupada porque consideraba que 240 mil
microcréditos potenciales para emprendimientos productivos es muy poco para la
Argentina. No sé si es muy poco. En Argentina hoy en día hay 80 mil
microcréditos activos aproximadamente, destinados a fines productivos. Entonces
no estamos tan lejos. A mí me parece un error considerar al microcrédito sólo
para emprendimientos productivos. Creo que Radim y personalidades del sector
académico y del sector público coinciden con nosotros en definir al
microcrédito más ampliamente, como un crédito destinado al consumo o a la
vivienda. Y habrá que preguntarle al individuo -y esto es otro hallazgo, la
falta de educación financiera-, si entiende lo que es un crédito, si entiende
la diferencia entre refaccionar su vivienda o comprarse un plasma, entonces
detectar esas diferencias. Esto nos abre una pregunta, que tenemos que
responder: no sólo cuánto es consumo y cuánto es vivienda, sino qué es consumo,
qué es vivienda. Si la vivienda tiene fines productivos o si sólo es donde vive
la familia. Esto pasa mucho en zonas vulnerables o de emergencia, donde alguien
tiene un kiosco en un cuarto de la casa y pide un crédito para pintar el
kiosco. Entonces hay que ver la diferencia. Creo que incluir el consumo y la
vivienda da una definición más amplia y más realista de lo que es el sector. El
sector no se anoticia de que hay un montón de demanda de crédito de consumo. La
demanda potencial podría ser incluso mayor que esa cota superior de 919 mil
individuos estimados. Si nosotros estudiáramos la población total que responde
que no tomaría un crédito, por miedo a no poder repagarlo, yo creo que de ahí
surge una población interesante a estudiar que podría ser demandante potencial
de microcrédito. No me animo a decirte el número, pero puede ser fácilmente el
doble de lo estimado. Habría que ver de eso cuáles serían para fines
productivos. Esto es algo interesante que el estudio deja sobre la mesa para
seguir estudiando.
Por otra
parte, otro de los hallazgos sería el tema de la localización geográfica de
estos potenciales demandantes de microcrédito. Corroboramos que en el conurbano
bonaerense sur está la mayor cantidad de demanda potencial, coincidente con las
mayores tasas de pobreza y de precariedad del empleo e informalidad, seguido
por el conurbano oeste y luego por Córdoba y Mendoza. Sobre estas dos
provincias hay que estudiar puntualmente el fenómeno, pero no me llama la
atención porque son dos conglomerados urbanos grandes, donde hay bolsones de
pobreza, bolsones de informalidad muy fuertes, mucho cuentapropismo y donde el
microcrédito empezó a arraigar. Entonces, la federalización del microcrédito:
no pensar que sólo es el conurbano de Buenos Aires. El estudio de Andares es un
estudio valioso pero se acotó a un año y relevaba sólo el Gran Buenos Aires. Y
el estudio del PNUD, del 2005, hacía inferencias de la EPH del INDEC, no era un
cuestionario específico. O sea, para redondear, el aporte ha sido brindar información
para el sector de manera continua y de manera cada vez más desagregada que
permita a los actores entender dónde está, cuál es, cómo se caracteriza esta
demanda.
MD: ¿Y
algunas cosas del estudio que te hayan sorprendido?
MG: Hay
cosas que sorprenden un poco: quizás una baja propensión al microcrédito
productivo. La distribución de edades es coherente, la mayor parte se concentra
entre los 30 y 49 años, y luego una población de jóvenes también muy
importante, de 18 a 29 años, un 30%, y eso no hay que desatenderlo. Yo creo que
el gobierno está haciendo algunas políticas interesantes con los planes
sociales, la Asignación Universal por Hijo y el Plan Jóvenes, que trata de
insertar a los chicos de la secundaria a través de un oficio, y esos son
sujetos posibles de microcrédito, pues necesitan comprar una máquina, una
herramienta.
MD: Observando
los resultados que se han presentado del estudio, vemos que de los 919 mil
individuos con demanda potencial de microcréditos, sólo un 13% recibe algún
tipo de plan social. ¿Esto no estaría indicando que hay una población,
beneficiaria de planes sociales, que percibe un nivel de ingreso que disuade la
expectativa por crecer, por desarrollarse a través de un microcrédito? Para mí
ese 13% es una cifra baja. Yo esperaría que más gente, beneficiaria de un plan
social, demande microcrédito para poder crecer, desarrollarse y no depender del
plan social.
MG: Claro,
pero yo te doy vuelta la pregunta, o te doy vuelta la respuesta. Si vos tomás
la población total y desagregás de los que te dicen que no le interesa tomar un
crédito -más allá de que sea microcrédito o no-, solamente ese porcentaje, alrededor
de un 24% de la muestra, tiene planes sociales, en su mayoría Asignación Universal por Hijo. Quiere decir que, si el otro 76% tomara un crédito, es una
gran población que no se siente desalentada. En todo caso, sacando ese 24% que
no tomaría un crédito porque no les interesa, tenés una gran población que sí
tomaría y que recibe planes sociales (en el caso de los que son sujetos de
microcréditos son este 13% que vos comentabas). O sea que en definitiva no hay
un efecto de desaliento.
MD: ¿Pueden
coexistir el microcrédito y el plan social?
MG: Yo creo
que sí, sobre todo la Asignación Universal por Hijo, dejame ser claro en esto y
enfatizarlo. Creo que la Asignación Universal por Hijo es una muy buena medida,
que le permite a la familia, al emprendedor, a la emprendedora, tener otra
perspectiva, poder mandar a sus hijos al colegio, darles los útiles escolares o
llevarlos al centro de salud, etc, y les deja tiempo para hacer este tipo de
emprendimientos. No los veo incompatibles. Lo que sí vería más incongruente,
pero que no sale del estudio, es si fuera alguien que recibe un plan Argentina
Trabaja, o plan Jefas y Jefes de Hogar en el pasado. Eso sí desincentivaría no
sólo la posibilidad de que esas personas tomen un crédito sino la probabilidad
de que esa persona vuelva al mercado de trabajo o que quiera encontrar un
empleo.
MD: Tomando
esta cifra de 900 mil potenciales, y la cifra actual de demandantes de
microcrédito, que debe estar cerca de los 100 mil, ¿dónde crees que están los
principales problemas para comenzar a acortar esta brecha?
MG: Si
estas cifras están correctas, la brecha es entre los 919 mil que nosotros
estimamos como cota superior y, de esos 919 mil, los que ya tomaron un crédito
en el pasado, esto es unos 274 mil o alrededor de un 27%. Es decir, ¿qué pasa
con ese 73%? Ese es el fenómeno a investigar. ¿Qué pasa que nunca accedió?
Vamos a poder saber esto en la encuesta de este año, pero sospechamos que
incide un desconocimiento de la oferta, la falta de garantías, porque no les
dan el monto que necesita o les ponen muchas trabas burocráticas, o bien porque
las tasas son altas para aquellos que no tienen acceso a los fondos de la
Conami (por la Comisión Nacional de Microcrédito), que son a un 6% anual, que no es
nada. Tenemos respuestas que imagino que van a surgir y que son objeto de
investigación. E investigar también sobre aquellos que sí accedieron a un
microcrédito, por qué accedieron.
MD: ¿Cómo
visualizas la recepción del tema microfinanzas en los estudiantes, en el
ambiente académico en general?
MG: En la
Universidad Católica Argentina es un tema de investigación desde hace mucho
tiempo. Más, ha habido cátedras dedicadas a las microfinanzas. Había una
cátedra UCA-PlaNet Finance y hay cursos o cátedras que incorporan fuertemente
el componente de microfinanzas a sus temáticas de investigación o de enseñanza.
Hay mucho terreno para explorar, mucho para seguir investigando. Y en este
sentido veo que los profesores y los estudiantes están muy interesados. De
hecho muchos de los que concurrieron a la conferencia el 26 de octubre están
interesados en ciertos aspectos del microemprendimiento o microcrédito. Nuestra
universidad es una universidad donde naturalmente, por su misión, por los
académicos que trabajan allí, por su interés social, hay una gran vocación por
investigar estos temas.
Referencia
La demanda potencial de microcréditos en Argentina (Pontificia Universidad Católica Argentina, por Martín Grandes y Milagros Satorre, Buenos Aires, 2011)
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