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lunes, 5 de marzo de 2012

Pioneros vs Académicos reavivan debate sobre impacto de las microfinanzas


(Mundo Microfinanzas) El 14 de noviembre pasado, tras la apertura de la Cumbre Mundial del Microcrédito, en Valladolid, publiqué en Microdinero el artículo titulado “Después del idilio”, a propósito del clima autocrítico y culposo que envuelve a las microfinanzas en la actualidad comparado al que se vivía en 1997, año de la primera cumbre en Washington, cuando la industria gozaba de plena confianza como herramienta para superar el problema global de la pobreza.
Decíamos en el artículo: “Si hace quince años se trataba de verificar y hacer conocer el éxito de una metodología que ganaba fuerza en el mundo en desarrollo, hoy las microfinanzas comienzan a mirarse hacia dentro, a reflexionar críticamente sobre sus prácticas y poner en duda la efectividad de sus métodos. El idilio ha terminado”.
La sensación que teníamos muchos de quienes asistimos a la Cumbre de Valladolid era la de estar viviendo el final de una época. Una época marcada por el optimismo filantrópico que habían despertado las microfinanzas en la comunidad mundial y que había tenido sus momentos culminantes en el año 2005, declarado por Naciones Unidas como “Año Internacional del Microcrédito” y, un año después, con el Nobel otorgado a Muhammad Yunus.
Pero claro, un poco por la crisis económica y financiera mundial, un poco debido a las crisis atravesadas por los sectores microfinancieros de algunos países o regiones (Balcanes, Marruecos, Nicaragua, Nigeria, la India…), y en buena medida, también, por nuevas evidencias científicas que estarían mostrando que determinadas experiencias no sólo desmienten la promesa redentora de las microfinanzas sino que, en el peor de los casos, terminan exponiendo a prestatarios en trampas de endeudamiento y más pobreza.
De allí que ha empezado a percibirse, desde hace un par de años, una divisoria de aguas entre el movimiento que podríamos llamar de “los pioneros” -personalidades e instituciones ligadas a las posiciones fundantes del microcrédito- y sectores académicos desde cuyos laboratorios comenzaron a difundirse pruebas nada halagüeñas para el sector y desde donde se insta a revisar estrategias, metodologías y hasta los propios fines de las microfinanzas.
En este contexto es que debe leerse la polémica que ha desatado la reciente publicación del libro Due Diligence: An impertinent inquiry into microfinance, del investigador y analista norteamericano David Roodman, del Center for Global Development (CGD). Roodman es autor, junto con Jonathan Morduch, de uno de los primeros documentos que ofrece una serie de estudios aleatorios donde se detectan efectos negativos en algunos programas microfinancieros (The Impact of Microcredit on the Poor in Bangladesh: Revisiting the Evidence, Working Paper 174, 2009, CGD, Washington DC).
Due Diligence se inicia con el relato de dos pequeñas historias contrapuestas, que el autor da como ciertas, cuyas protagonistas son clientes del Grameen Bank en Bangladesh. La de Murshida, una madre que pudo sobreponerse a un mal matrimonio con un esposo violento y jugador, y logró ser una próspera fabricante textil a partir de un crédito de apenas 1.000 takas. La otra historia es la de Razia, a quien su incursión en el microcrédito le significó tener que vender sus vacas, sus joyas, hasta finalmente desprenderse de su propia casa, todo para cumplir con su compromiso. Para Roodman, ambas historias -la primera relatada por Yunus, la segunda aparecida en el documental The Micro-Debt del danés Tom Heinemann- deben yuxtaponerse y animar un análisis de las microfinanzas en su contradicción. El microcrédito como salvación, el microcrédito como trampa.
Pues bien, este lunes conocimos una declaración de Larry Reed, director de la Microcredit Summit Campaign, y Jesse Marsden, director de Investigación y Operaciones de la Campaña, titulada “More Due Diligence Needed”. Reed-Marsden recogen el guante de Roodman, lamentando que su libro se explaye en una variedad de resultados generados por programas de microfinanzas pero que no ponga idéntico esfuerzo en reconocer las diferencias que existen entre los distintos programas implementados.

Los directivos de la Campaña Mundial sostienen que el análisis de Roodman se basa sobre todo en dos estudios de 2009, con un set de datos demasiado limitado para habilitar generalizaciones. Lamentan especialmente que el investigador no distinga entre instituciones centradas en proveer herramientas y apoyo necesario para ayudar a sus clientes a salir de la pobreza, de aquellas orientadas a maximizar su escala proveyendo un solo producto.

Roodman mezcla manzanas con naranjas, aseguran Reed-Marsden, quienes aprovechan para realzar a aquellas IMFs comprometidas con alcanzar parámetros de protección al cliente e impacto en la pobreza reconocidos por la industria (la Campaña Mundial del Microcrédito instituyó, a partir de Valladolid, un Sello de Excelencia para aquellas instituciones que se alineen con las mejores prácticas en esta materia).

Y, como para que quede claro que no hay un espíritu anti-científico que anima la declaración, los directivos se muestran a favor de investigaciones rigurosas en el campo de las microfinanzas y sus efectos sobre la pobreza, proponiendo que las mismas busquen abordar mejor la complejidad de la industria aceptando el hecho obvio de que hay distintas instituciones y que no todas brindan el mismo set de productos y servicios.

Enhorabuena el debate y la investigación! Y enhorabuena también que los representantes de una organización tradicional y pionera, como es la Cumbre Mundial del Microcrédito, asuman el reto de polemizar con análisis e hipótesis algo impertinentes, que no se avienen con comodidad a los presupuestos que hicieron de las microfinanzas un proyecto esperanzador.

Referencia

Due Diligence. An Impertinent Inquiry into Microfinance (por David Roodman, Center for Global Development, 2012, Washington, DC)