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martes, 3 de enero de 2012

¿Y por qué no imaginar una economía con nuevos valores?


(Publiqué esta crítica en Microdinero.Com) En un pasaje del libro Empresa 3.0. Políticas y valores corporativos en una cultura empresarial sostenible, de los consultores españoles Marcos Eguiguren Huerta y Esteban Barroso García, se menciona una cita atribuida a Robert Kennedy: “Algunos hombres ven las cosas como son y preguntan ¿por qué? Yo veo cosas que aún no han sido y pregunto ¿por qué no?”.

La frase es pertinente y condensa a la perfección el espíritu de este libro que es a la vez análisis, investigación y ejercicio prospectivo sobre el escenario inédito que está produciendo la crisis económica y financiera en gran parte del mundo, especialmente en el mundo desarrollado. Los autores no sólo reflexionan sobre las condiciones y características de un nuevo tipo de empresa (que denominan “Empresa 3.0”), sino que imaginan cómo habrán de modificarse concepciones clásicas de individuo y democracia a partir de una especie de shock ético en la economía y el mundo corporativo.

El texto acierta en ofrecer al lector algo que se anticipa desde la presentación: existe mucha literatura sobre la empresa en sentido endogámico (“la empresa como sistema en sí mismo y las formas en que dicho sistema puede ser más eficiente y rentable”) o bien focalizado (“la empresa con relación a sus mercados y la manera en que ésta puede servirlos adecuadamente"). Pero pocos trabajos abordan a la empresa “desde su rol como agente social y de lugar de convivencia y de relación de seres humanos”.

El eje vertebrador del libro es el concepto de “sostenibilidad”. Los autores asumen que se trata de un concepto remanido, algo a la moda y asociado con cierta aura de corrección, lo que hace más valioso el esfuerzo por llegar a una definición -desde una primera definición operativa-provisional hasta una de tipo holística e integradora- y su interpretación de cómo podría avenirse en las teorías de los clásicos, desde Adam Smith pasando por Malthus, Rousseau, Marx, Keynes, hasta el teórico del neoliberalismo Frederich Hayek. La exploración también recoge nociones del “Informe al Club de Roma” (1982), del Massachusetts Institute of Technology, y del “Informe Brundtland” (1987), para Naciones Unidas, donde aparece por primera vez el sintagma “desarrollo sostenible”, al que se define como aquel tipo de desarrollo “que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”.

Si bien los autores parten de premisas explícitamente liberales (“la idea de que sostenibilidad es un concepto de características profundamente liberales: la libertad de actuar de los agentes económicos, pero también en la responsabilidad y en una concepción ética del ser humano y de la sociedad”), la exposición ataca con virulencia una idea clave para esta tradición teórica: la de maximización de las ganancias.

De acuerdo con Eguiguren y Barroso, la debacle iniciada en 2007, así como sucedió en otras crisis históricas del capitalismo, fue como consecuencia de la codicia, el apetito desenfrenado por obtener ganancias. Si algo tienen en común la crisis de las sub-prime con la crisis de los bulbos de tulipán en la Flandes del siglo XVII es la avidez de lucro desvinculada de la economía real. La diferencia, amén de las coordenadas históricas específicas, es que la última crisis financiera es terminal. El mundo no resiste una nueva crisis. Y la enseñanza, para el ámbito de la empresa, es que ya no se puede seguir haciendo negocios a la vieja usanza (lisa y llanamente, ya no es más sostenible) y debe primar a partir de ahora la emergencia de nuevos valores, una nueva conciencia impregnada de altruismo, moderación, empatía y solidaridad.

En una feliz caracterización que propone el libro, la economía futura experimentará un giro desde el paradigma asentado sobre el shareholder (el rédito del accionista) al paradigma basado en los stakeholders (espectro ampliado de la comunidad donde la empresa produce un impacto social, económico y medioambiental). Integrando aspectos antropológicos de una doble vertiente utilitarista-romántica, que aúne el afán de lucro del liberalismo clásico con la bondad natural del hombre roussoniano, los autores entronizan para el escenario a venir un “liberalismo humanista de mercado”.

En este nuevo escenario, la Empresa 3.0 adopta su rol de agente socioeconómico “de forma totalmente consciente y responsable” y entiende que “sus intereses no pueden ser muy distintos a los de sus stakeholders y a los de la sociedad en la que se enmarca y a la que sirve, siendo verdaderamente corresponsable del bienestar, sostenibilidad y felicidad de esa sociedad”.

Dentro de las empresas 3.0, los autores dedican especial atención a la “Banca 3.0” (ambos están ligados al banco ético europeo Triodos Bank: Eguiguren es miembro español del Consejo de Administración de Triodos Bank NV y Barroso es el máximo ejecutivo de Triodos Bank NV en España). Los autores hacen hincapié en la capacidad de influencia del banquero: “yo como entidad financiera puedo determinar miles de veces al día a quiénes debo prestar el dinero en función de una serie de criterios éticos o sostenibles”.

Futurología ilusoria

Todo lo que la primera mitad del libro es rica en análisis, descripciones e intuiciones se diluye un tanto en la segunda mitad, donde la exposición -a través de un juego enunciativo- se sitúa en el año 2018 y, en una elucubración desbordante de optimismo, prefigura que la crisis no sólo ha sido superada sino que, a través de su dramática pedagogía, comienza a hacerse evidente la imposición del modelo de Empresa 3.0, la expurgación de elementos pre-crisis y una “marea ética” que impacta en toda la sociedad y sus instituciones. El garante de la sostenibilidad ahora ha pasado a ser un homo economicus que ejerce su soberanía en decisiones de consumo y ahorro.

Como Kennedy, los autores podrían haber dicho: ¿por qué no? El problema es que el salto temporal es relativamente breve y exiguo como para pensar que semejante cambio paradigmático pueda operarse sin violencias y sin una re-jerarquización del mundo que excluya a aquellos que no sepan o no puedan adaptarse al nuevo entorno. Así, el texto recicla la vieja metáfora biológica del positivismo (inevitables ecos spencerianos) para referirse a la nueva comunidad como un “órgano” y a los agentes que no se avengan a los nuevos valores como tumores que es necesario extirpar. En esta especie de darwinismo ético, los autores incurren en conceptos cuanto menos desafortunados como el de “discapacidad moral”.

Párrafo aparte merece la forma del libro, construida sobre la base de cinco conferencias ficcionalizadas brindadas por un speaker -mezcla de analista y gurú- ante un auditorio, uno y otro europeos, en el lapso que va de 2010 a 2018. El recurso permite una lectura ágil y por momentos amena, aunque no logra evitar repeticiones y algunos excesos propios de los contextos orales de comunicación.

Desde una óptica de microfinanzas, finalmente, podría achacársele al libro cierto eurocentrismo y la preeminencia que asigna a las clases medias como agentes principales del cambio. En tal sentido la idea de ser “un poco rico”, como proponen los autores, si bien correlativa con la idea de ser “un poco menos pobre”, comporta una cuestión de énfasis que deja un poco de lado experiencias alentadoras con poblaciones pobres en países no desarrollados, de sensibles implicancias para la sostenibilidad.

Referencia

Empresa 3.0. Políticas y valores corporativos en una cultura empresarial sostenible (por Marcos Eguiguren Huerta y Esteban Barroso García, Ediciones Pirámide, 2011, Madrid)